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Decir que Joseph se encontraba furioso era como decir que Danilo solo era un poco chismoso. Era un eufemismo, tapar el sol con un dedo. Vale, el repertorio era exigente y sí, bastante agotadora, pero ¡Se supone que eran la mejor orquesta del país! Tenían que demostrar que su resistencia era digna de su renombre y no cualquier tontera. Por lo que notar como en los últimos 40 minutos del ensayo se había bajado un poco la calidad del sonido debido al cansancio no fue para nada tranquilizador.

Salía por las escaleras de la entrada cuando logró ver unos rizos menearse nerviosamente justo al final de las escaleras. El chelista parecía querer comerse las uñas mientras revisaba su celular cada 15 segundos. No muy seguro de lo que hacía, pero sí asegurándose de que no hubiese nadie al rededor, se acercó al castaño.

—¿Ocurre algo?— Preguntó una vez cerca del chelista. Vlad tuvo un pequeño espasmo y giró su rostro. Sus cejas se fruncieron con evidente confusión y es que ¿Por qué diablos se acercaría a hablarle si no lo conocía de nada?— Lo siento, no quería asustarte.

—Eh... No, no importa. Me sorprendió, es todo— Habló confundido. Ciertamente había hablado con profesores de alto rango antes, pero jamás con Joseph— ¿Puedo ayudarle en algo?

—No, al contrario ¿Te sucede algo? Pareces preocupado.

—Ah, eso. Sí— Volvió a observar su celular, esperando que mágicamente sonara o algo así— Se supone que Igor debía venir por mí hace veinte minutos. Se hace tarde, aún no llega y se niega a enviar aunque sea señales de humo—La frustración estaba escrita en la frente del castaño.

Se veía realmente tenso por la situación, por lo que Joseph soltó las palabras antes de siquiera comprender que era lo que quería decir.

—Si quieres puedo llevarte.

Claro que sí, no había mejor opción de palabras en ese momento ¿Cierto? Deseaba tanto agarrar las palabras que acababa de soltar y quemarlas letra por letra ¿Ahora qué demonios iba a decir? Sin mencionar que el chelista tenía la cara de haber sido insultado o golpeado ¿Era tan malo lo que había dicho?

Probablemente sí.

—No, gracias. Usted tiene cosas que hacer y yo voy lejos— Rechazó amablemente su oferta.

—No me es ningún problema. Mientras más esperes, más se te hará tarde. Ya terminé con mis cosas de todos modos— ¡Que mentira más grande! Tenía que coordinar los seccionales de la semana y comenzar el proyecto de una gira que tendrían pronto, pero eso podía esperar por ahora. El chelista parecía meditarlo— ¿Qué dices, Vlad?

Al escuchar ese nombre, Vlad giró su rostro hacia él, con una expresión de disgusto. Abrió su boca, a punto de preguntar cómo demonios sabía su nombre, pero la cerró de inmediato. Igor jamás lo traicionaría como para decirle su nombre a cualquiera (con el plus de que sabía que se llevaban bastante mal) los registros de la sede eran una opción, aunque improbable. Solo quedaba...

**Mierda, Danilo** Pensó exasperado.

—¿Vlad?— Preguntó el director, nervioso ante el silencio del castaño.

—No me llame así, por favor. Kootas está bien— Pidió de manera un tanto agresiva. Respiró un poco y asintió— Vale, acepto. Muchísimas gracias.

—Perfecto, sígueme— Comenzó a caminar hacia los sótanos— Tengo mi auto en el estacionamiento privado.

El estacionamiento de hecho no era muy grande, solo entrarían 2 o 3 docenas de autos. Era de uso exclusivo y nadie se atrevía a entrar sin autorización. Por lo que las cámaras aquí eran inexistentes.

Joseph quitó el seguro a control remoto y las luces de una hermosa camioneta blanca se encendieron. Ambos entraron al vehículo, Vlad entrando en el copiloto después de dejar su chelo en los asientos traseros.

La Disonancia de los SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora