PARTE 1

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No tener razón para quedarse
Es una buena razón para marcharse.

No tener razón para quedarse Es una buena razón para marcharse

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Sol❤: Iré a las 10 en punto.
-Joaquín

Emilio gruñe mientras lee el mensaje que se muestra en su pantalla. Así que así iba a ser entre ellos de ahora en adelante; iban a firmar cada mensaje como si ya se hubieran deshecho de sus números, como si ya se hubieran olvidado y que fuera necesaria una letra al final de un mensaje para poder recordar a uno de ellos.

Deja escapar una maldición y tira su teléfono en algún lugar de las sábanas. Mira al techo por un momento, tratando de no pensar en nada, buscando cinco minutos de respiro, pero su mirada termina cayendo en el lugar vacío a su lado.

Ha sido la misma imagen durante cuatro meses; una almohada y sábanas deshechas. Aparta la mirada e incluso termina cerrándo los ojos, bajo el peso del silencio que se cierne sobre la habitación.

Todo no es más que un peso sumamente pesado en su vida, entre su angustia que pesa toneladas y la carencia que lo vencerá, y tanto lo aplasta.

Haría cualquier cosa para sentirse ligero por un minuto. Así, en un gesto algo desesperado, se entrega al placer. No es divertido hablar de eso, solo unas pocas caricias y calor en la parte inferior del abdomen.

No tiene nada que ver con los gestos de Joaquín, ni con sus besos ni con los mordiscos que solía hacer para callarse. Es rápido, mecánico, como un trabajo que hay que hacer. Al borde de la liberación, Emilio vuelve a ver su rostro y acelera sus movimientos, pero la imagen se desvanece tan rápido como la emoción que sintió por un segundo. Su respiración se calma y mira al techo de nuevo, casi disculpándose por ser tan patético. Finalmente se levanta y camina hacia el baño para deslizarse bajo el agua caliente de la ducha.

Hoy es un día especial.

Recuerda haber pensado lo mismo, en la misma ducha, el día de su boda. Excepto que hoy, la situación es diferente. Hoy se está divorciando.

La reunión tiene lugar a las 7 p. m. en Puerto Vallarta. Querían casarse en esa ciudad fiestera, donde alguien aceptaría casar a dos hombres sin llamar la atención. Al menos no hubiera pasado eso si se hubieran casado en la Ciudad de Mexico donde siempre habían vivido. Ahora que lo piensa, tal vez él era el único que quería casarse en Puerto Vallarta. Joaquin seguramente hubiera querido una boda real, una gran ceremonia con sus familiares y amigos.

Joaquin había aceptado que se casaran con cinco invitados, porque lo amaba.

Emilio apoya su frente contra los húmedos azulejos del baño, dejando que el agua gotee por sus párpados cerrados. Piensa en las horas que seguirán y que serán, con mucho, la tortura más cruel que Joaquin pueda infligirle.

I can't love you in the darkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora