Desde que nací mis padres me han consentido demasiado siendo sincera, soy una niña de mami y papi por así decirlo, aunque no llego a tal extremo de ser esas chicas de quien quieres mantenerte lejos por ello, soy buena onda. Solo que soy muy juguetona y aniñada.
Los peluches siempre han sido mis mejores amigos desde bebé, por ejemplo, siempre he tenido a señor conejito, fue mi primer peluche hasta donde tengo conocimiento y lo sigo conservando.
Me dijeron que no podía dejarlo de lado por nada del mundo porque sino me ponía a llorar mucho y para evitarlo lo llevaban a todos lados conmigo como su arma secreta, en definitiva son un caso mis padres.
Ahora algo muy diferente es que de adulta alguien que no sea ninguno de mis padres me regale un peluche o algún detallito especial. A cualquiera le llena de orgullo y felicidad recibir regalos en su cumpleaños y navidad ¿no? ¿o soy la única que se emociona y desespera cuando ve regalos?
¿No les gustaría despertar al lado de un gran oso de peluche haciéndote compañía mientras tu pareja no está cerca?
¿No les fascinaría una gran sorpresa? Peluche, globos, corazones, flores y dulces un día cualquiera o en una fecha muy especial. Sería de lo más hermoso del mundo.
O quizás un regalo que parece pequeño ante los ojos de otros, pero que para uno significa lo mejor del mundo, lo más grande que ha podido recibir. Esos detalles, esos detalles que te hacen dar cuenta que no importa lo que recibas de esa persona, todo será malditamente especial porque son obsequios y sorpresas que te da el ser que amas.
Quizás esta persona que amas no es la más afectiva del mundo, quizás todos los días no te regala algo, pero siempre habrá ese día que saques su lado cursi y cariñoso, el que solo tú mismo puedes sacarle y cuando te sorprenda te parecerá lo más hermoso del mundo, incluso llorarás de felicidad.