♜ VII ♜

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"La verdad es raramente pura y nunca simple"

–Oscar Wilde.


Su respiración era lenta y pausada, su rostro estaba un poco rojo e hinchado debido a las lágrimas derramadas hace unas cuantas horas, sus manos temblorosas reposaban apretadas a un costado de su cuerpo mientras sus piernas estaban incadas a centímetros de su pecho.

Jennie era la digna persuasión de debilidad y cuidado ingrato el cual odiaba tanto Cedric Lalisa.

Que decir tanto...Mucho.

Pero que critica decorosa podría decir ante semejante criatura frágil contra su ser negro e irremediablemente roto. Tocar a Jennie era tocar todo lo que ella había perdido en los primeros años de su trabajo, lo que era en Tailandia...

Un suspiro cansino salió de sus labios mientras que sus ojos se volvían a direccionar hacia su paciente. Los relatos que le dijo Jennie sobre su pasado debieron -Como cualquier persona normal- destrozarla, pero no, al contrario deseo estrangular a ese infame hombre al cual ella llamaba padre y devolverle todo el sufrimiento que le causó a su hija. "Maldito" era la única palabra que taladraba su cabeza, mientras que Jennie se desmoronaba en el piso, casi obligandola a confesarle todo lo que le había pasado antes de entrar a Severalls.

Se levantó de su silla y camino hacia el mueble donde estaba la menor. Se arrodillo a centímetros de su pequeño rostro, y con sumo cuidado puso su mano encima de su pómulo derecho. Una sensación caliente y cosquillosa paso por su espina dorsal, completamente sorprendida por la reacción de su cuerpo, deseo más y procedió a delinear cada contorno de ese inmaculado rostro devoto de detalladas creaciones imprudentes.

Cedric Lalisa estaba completamente confundida y entrañable con lo que estaba haciendo en ese momento, pero a la vez completamente fascinada con lo que estaba experimentado. Sinceramente Jennie era el comienzo de muchas cosas nuevas para ella y para todo lo que creía imposible.

El auge de su cuerpo al estar una pieza unido contra el cuerpo contrario era sinónimo de pecado. Quería más y con sumo atrevimiento sus suaves labios se deslizaron hacia la mejilla de Jennie, dejando un poco humectado en esa zona, retirando suavemente restos de su labial carmesí. Jennie se movió un poco despertándose casi de un todo, hasta que vio el rostro de su doctora a minúsculos centímetros del suyo, de inmediato se levanto de golpe mientras que Cedric Lalisa tomaba sus hombros e indicaba que se calmara.

—Tranquila señorita Ruby Jane, solo me estoy cerciorando que estaba estable. —¿Con ese gesto tan atrevido? Que gran mentirosa.

—Sentí algo mo-mojado aquí. -Con su mano toco la zona afectada.—¿Er-era usted?

—No señorita Ruby Jane se encontraba llorando dormida, así que vine a limpiarla.

Jennie estuvo confundida por un leve instante soltando una frase que dejó perpleja a Cedric Lalisa.

—Juraría que alguien beso mi mejilla.—La mayor trago grueso ante la inminente confesión, más no hizo que su postura luciera incomoda o desvalanceada, se encontraba fría y retoica como siempre.

—Nada paso Señorita, puede ir de vuelta a su dormitorio, dentro de unas horas volveré por usted para continuar la sesión.

Jennie se dispuso a irse de la oficina de la especialista, hasta que un impulso sagaz desequilibro su mente, debido a la pesada sesión de recuerdos tristes y llenos de depresión, sus labios articularon una oración llena de necesidad y deseo; no podía creer lo que estaba por hacer, era una locura o ¿Ya enloqueció por completo?

—Doctora Cedric Lalisa, ¿P-Puede darme un beso?

Ahora si la postura de la azabache se desbalanceó un poco ante la pregunta tan directa, ¿Debía hacerlo?, ¿Qué costo tendría eso?, ¿Tendría otra oportunidad?

Oscura Devoción [Jenlisa G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora