♜ XIII ♜

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Esa voz de la mas profunda maraña se escuchaba en ecos sordos reprimidos, llenos de miedo inflexivos sin medida. Esa voz, por la cual caigo todos los días, me destruye lentamente por pedazos.

—Autoría Oscura Devoción.

DEDICATORIAS

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La mañana se encontraba caliente con el sol ardiendo picoso en su piel algo morena. Pequeñas gotas de sudor bajaban lentamente por su frente, retiradas rápidamente por un paño blanco húmedo. Iba vestida de chándal junto con una blusa blanca estampado al lado derecho el nombre del hospital.

"Hospital Psiquiátrico Severalls, Milwaukee"

Hoy era día de visita conyugal.

Eran las once y media de la mañana y Angélica ya había visitado más de trece casas de pacientes variados que le asignaban a ella y otros veinte empleados más del hospital. Su turno empezó a las seis. Y al ritmo que iba a pesar de ser cansino, le alegraba que pronto acabaría su turno y se iría a descansar de tan arduo trabajo.

Ir hasta el domicilio de las familias no era tan fácil como se suponía. Ellos tenían la obligación de decirles cómo se encontraban sus hijos y si estaban mejorando o empeorando desde que fueron internados. A veces se encontraba padres amables esperando noticias positivas, a veces algunos ni preguntaban por ellos o sencillamente no les importaba, y a veces también tenían que dar noticias de decesos; eran las más difíciles de expresar no solo por lo que sentimentalmente eso implicaba, también porque no sabían cómo reaccionarían las familias.

Como por ejemplo le paso a su ex-compañero Maurice que fue golpeado sin compasión en la nariz después de darle la noticia del suicidio de la nieta de un señor de casi la tercera edad con una fuerza torpe pero precisa para romper un hueso facial. Maurice estuvo tres semanas sin visitar su lugar de trabajo, hasta que una noche llego con una hoja de renuncia argumentando "No puedo respirar por el hoyo izquierdo y no pienso arriesgar el derecho por los imbéciles que dan órdenes en este recinto".

Ojala nunca le tocara una suerte así.

Mientras divagaba una hipotética situación venidera, alguien toco su hombro en forma de saludo. Cuando volvió su cabeza se encontró con Eliecer Montecarlo, trabajador de hace muchos años del hospital en esta área y un muy querido amigo suyo. Su voz, ronca pero cadenciosa conseguía que su imagen resultara más encantadora que vulgar y masculina. Para Angélica La voz estertórea de Eliecer no le alcanzaba para ser el típico hombre temido, a pesar de tener varios años y experiencias encima.

—­Si no fuera por los delirios constantes y los alegatos nocturnos de mi esposa, de hace mucho fuera renunciado.—Expreso poniéndose una pipa de tabaco en su boca expulsando el humo blanco denso después de una profunda calada.—Un poco de tu calma infinita no me vendria mal.—Rio por lo bajo.

—La paciencia es algo que se construye cada día mi amigo Eliecer.—Angélica camino hasta la última casa destino que se encontraba en su hoja de trabajo. Una casa muy importante para ella.—Pensé que a los casi cincuenta que tienes ya la hubieras descubierto desde hace mucho.

—A veces los años no nos entregan las experiencias que creemos que merecemos.—Camino parsimonioso a su lado con la pipa hirviendo en su mano derecha.—O la vida que siempre hemos estado esperando.

Oscura Devoción [Jenlisa G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora