Prólogo

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Las sombras cubren mi mirada de serpiente. La luna reflejada en mi piel me hace parecer un lago transparente. Espero que nadie me encuentre en esta esquina. La noche es silenciosa, no se oye ni la brisa del viento enredado en las hojas de los árboles ni mis pasos al caminar. Reina en el un silencio supremo, espectacular. Mi capa negra cual cielo nocturno me camuflaba entre las calles de manera que pareciese una sombra. Mis sandalias me hacen correr veloz.
Mi objetivo está cerca. Una tienda llena de fruta. El dueño estaba dentro, asi que decidí esperar al momento adecuado. A lo lejos pude oir pasos fuertes, hierro chocando contra el suelo. Una tropa nocturna del emperador Strife se acercaba. Tenía que actuar rápido esta vez. Corrí hacia el puesto y metí en una bolsa todo lo que pude. El dueño me pillo por muy poco y alarmó a la patrulla. Estos corrieron y rápidamente me acorralaron. Estaban armados con lanzas. El más anciano se me acercó y dijo:
-¿Por qué robas a un pobre señor? Los ladrones como vosotros me ponéis enfermo.-no le lancé respuesta- ¡Suelta lo robado!
En ese momento desenvainé mi kunai y realicé un triple salto mortal encima de su cabeza, tumbándolo en el suelo y consiguiendo escapar por los tejados:
-¡Girardot! ¿Está bien?-gritó el frutero.
Todos acudieron al anciano hombre de la lanza cuyo nombre parecía ser Girardot. Aproveché para correr a mi triste,tranquila y pequeña cabaña.
Guardé mi espada y abrí la puerta. Mi madre estaba tumbada en el suelo entre varias mantas que pude robar:
-¡Lilyan!-gritó ella emocionada.
-Hola madre. Deberías de estar durmiendo.-contesté mientras dejaba la bolsa en el suelo.
-Y tu deberías de dejar de robar... Hija mía, no me queda tiempo de vida suficiente y si sigues con esos modos de asesina y ladrona, no creo que te quede mucho más que a mí.
-Me da igual.-dije encendiendo una vela-Ahora solo necesitas que te cuide.
-No necesito nada más que un milagro. Y tú deberías trabajar, así podrás mantener lo que queda de casa y mantenerte a ti misma.
-Ya lo he intentado mil veces y siempre he fracasado.
-Tiene que haber algo que puedas hacer.
-No lo creo. Me iré a dormir,descansa y comete algo.
-¿Tú no comes?
-No tengo hambre.
Llevaba una semana entera sin comer. Mi hermano mayor nos enviaba muchos regalos desde que se fue a la guerra. Pero desde hace un año no llega nada a casa. Nadie nos mantiene y he tenido que robar desde entonces,y cada vez que tenía problemas los asesinaba. Se fue hace mucho tiempo. Tanto que ni le recuerdo. No recuerdo su nombre, no recuerdo como era. Cuando se fue, apenas tenía 5 años. Pero ahora no importa. Seguro que está muerto,eso o ya se ha olvidado de nosotros.Pero mi historia iba a cambiar. Tanto que me iba a sorprender a mi misma...

La guerra entre espadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora