Luna en la batalla

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Llegamos al Palacio Real,pero nos encontramos con la sorpresa de que Strife no estaba. Sin embargo había dejado un pequeño escrito con tinta azul,dirigido a mí personalmente. Decía así:
A la azucena
Espero que hayas concluido tu misión con éxito y de la mejor manera posible.Confío plenamente en tus habilidades como guerrera líder. Pero sin embargo,no todo son buenas noticias. En la frontera que hay entre Grandall y Dalkia,digamos que por nuestro lado se han metido unos...intrusos. que vos podréis con unos patosos como los dalkianos.Posiblemente no me encuentres aquí. En ese caso ha surgido un problemilla que, no queriendo ser grosero,no es de vuestra incumbencia. Pero no os preocupéis. Volveré. que este escrito no valdría para nada si no volvieras antes de lo previsto. Pero prefiero el dicho mejor prevenir que curar.¿No crees?
Por cierto,espero que aquel muchaco no haya sido una carga para vos,mi flor de loto.Me pidió mil veces unirse y no tuve más remedio.
Espero noticias tuyas muy pronto.
Emperador Strife

Una carta...conmovedora en cierto modo. La verdad es que daba asco.
Al salir volví a montar en mi preciosa yegua negra y la acaricié el hocico. Mis compañeros me miraban como si la escena fuera enternecedora. Luego les miré y les dije:
-Nuestro nuevo destino es la frontera entre Dalkia y Grandall.
-¿Han invadido parte de Grandall?-preguntó Riese preocupada.
-Una pequeña parte...pero más allá del puente.
-El puente que servía para comerciar entre los distintos países de Dalkia y Grandall que ahora cumple la función de frontera...Qué valientes.-dijo Meiga.
-Podemos contra ellos. No saben con quien se meten.-contestó Aeneas orgulloso.
-Tenemos que eliminar a los intrusos hasta que estos lleguen a Dalkia.Pero creo que si invadimos su base al otro lado de la frontera,ya en Dalkia,será mejor para Grandall. Dejemos esa parte como rastro para que no se acerquen.-dije yo.
-¿Cómo una bomba en sus mentes?-preguntó Aeneas.
-Sí...Algo parecido. El caso es que hay que enseñarles quién es el mejor. Vamos,hay mucho que recorrer.-dije.
-La frontera está a un día entero de aquí a caballo.-dijo Meiga-Si han alcanzado más de la frontera...llegaremos por la noche hasta ellos.
Todos montados en nuestros respectivos caballos cruzamos la capital en cuestión de minutos. La gente nos miraba sorprendidos preguntando "¿Quiénes son?" y "¿A dónde van?"
Atravesamos un hermoso valle verde y alcanzamos las altas montañas frias. Solo quedó cruzar el cálido desierto. Llegamos cansados y hambrientos. Estabamos sedientos tanto nosotros como los caballos. Nuestro baluarte se encontra en un enorme muro que servía como torre de arqueros en la antigüedad y que ahora no tenía ningún uso concreto excepto ese día. Los dalkianos eran muy numerosos y superaban con creces nuestro número. Estaba segura de que nos triplicaban en ese momento. Pero no me daba miedo,sino todo lo contrario. Era de noche y en el desierto hace mucho frío. Decidí pedir a un mensajero que andaba por allí que trajeran agua y alimentos para poder atacar. También pedí que cuidaran a nuestros caballos proporcionándoles víveres para volver con ellos en el momento en que los necesitaramos. Empecé a mirar a nuestros enemigos dalkianos. No tenían pinta de ser tan fuertes...¿Por qué los guerreros de Grandall no podían contra ellos si tenían el mismo nivel?¿Dalkia tenía un comodín quizás? Cualquier cosa podría pasar.
Pasó una noche fría en un enorme desierto. Me fue imposible dormir después de amanecer,pues el sol golpeaba con fuerza y casi me da una insolación. Al levantarme de la cama,me dirigí a la cocina dónde se guardaron los víveres que llegaron de madrugada. Bebí un poco de leche fría y una naranja fresca. Esperé a todos mis compañeros para comenzar a atacar. Estaba ansiosa de empezar. Ansiosa de guerra,ansiosa de sangre,ansiosa de victoria,ansiosa de muerte,ansiosa de paz...Cuando todos bajaron de sus cuartos y comieron para recuperarse,era la hora de atacar. Ningún dalkiano se movía aún,pero había gente en sus baluartes y fuera. La mayoría eran infantería.Digo la mayoría porque pude ver a un caballero con una armadura que parecía pesada y le cubría el rostro y el cuerpo entero.
Di una gran palmada para avisar a mis compañeros y ellos respondieron con otra para confirmarme que estaban en sus respectivas posiciones. Avancé hacia el oeste a proteger un pequeño baluarte. Meiga decidió ir por el este con Riese y Aeneas. Todos los dalkianos aprovecharon para atacar al lobo solitario. Los derroté a todos con gran facilidad. El caballero que vi desde la ventana se acercó a mí y quitándose su armadura pesada me dijo:
-Soy Luna.Espero que te sientas orgullosa,ya que sólo tu has logrado proporcionarme un verdadero desafío.
-Pareces fuerte. Pero he de confirmarlo. Con tu permiso...
Aquella muchacha estaba a un nivel más alto que los dalkianos anteriores. Sus ojos verdes estaban llenos de espíritu joven y de lucha. Era dura por dentro,pero sus dos coletas a los lados,de cabellos pelirrojos, la hacían parecer una niña bonita y adorable. Llevaba una espada china propia de los sabios,una espada fina pero poderosa. La chica cuyo nombre era Luna era muy ágil. Saltaba como una liebre y atacaba como un tigre. Sin embargo era débil y pude con ella. La muchacha decidió marcharse en un caballo gris con manchitas claras y me miró con ojos de ira,diciendo con ellos:"Nos volveremos a ver". Casi todo el campo estaba arrasado. Solo quedaba el baluarte principal en el que un caballero de armadura dorada no nos esperaba.Pensaba huir como un pez asustado pero entre los cuatro conseguimos acorralarlo. ¿Vencerlo? Ya estaba vencido. El miedo le aterrorizó y de un golpe cayó al suelo. Suerte de él que fue Riese quien terminó,porque si llego a ser yo hubiera muerto. Al derrotarlo se fue diciendo:"Ya es tarde". Esto dejó atónitos a mis compañeros pero yo no me dejé asustar.
Se quiso poner el sol en lo alto. Todos volvimos a nuestro baluarte principal,donde nos esperaban víveres para recuperar lo perdido y los mapas que utilizaba para buscar el buen camino. En un manuscrito de papel amarillento,viejo y roto. Indicaba diez mil pasos al este de nosotros. Eso se alejaba mucho del desierto rodeado de montañas. Señalaba el antiguo puente de Dalkia y Grandall. Estábamos a unas horas a caballo a galope. Quizás tres horas o cuatro,sumando el problema de la arena del desierto,que no es tan fácil andar con ella.
Salí afuera y me puse frente a un muro. Dibujé una diana con mi espada,como si estuviera esculpiendo algo. Mi escultura quedó bastante amorfa:
-No está mal.-dijo Meiga,que se había quedado mirándome desde atrás,dándole un tajo circular perfecto con su espada-Pero está mucho mejor así,¿no crees?
-Supongo que sí.
-¿Sabes hacer tu ataque rompeguardia?
-¿Mi qué?
-Tienes mucho que aprender. Hazme ese triple salto tuyo. Yo me defenderé,pero tú tienes que aprender a invocar un rayo.
-Invocar un rayo...
Pasó una noche,pasó una mañana. Sin dormir estuvimos los dos entrenando. Un entrenamiento lleno de risas y de sufrimiento.
Abelia...qué habría sido de ella. Finalmente conseguí hacer mi propio ataque rompedor. Pero en ese momento,antes de emocionarme,el sueño me dejó caer en los brazos de Meiga. Cerrando poco a poco los ojos,sentí como mi arma se resbalaba de mis manos como si tuviera un pez en ellas. Mi espada cayó al suelo sin hacer ningún ruido. Meiga me miró quitándome la capucha que cubría mi blanca cara. Me hizo una caricia en mi mejilla izquierda. En ese momento,mi verde ojo soltó una pequeña lágrima llena de sueños y alegrías y,cerrando ambos,me quedé profundamente dormida.

La guerra entre espadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora