Ciudad de féretros

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Han cambiado las órdenes respecto a la posición de nuestros enemigos. Por eso,hoy ordeno:
1.Que Lilyan se ocupe con su equipo de proteger Grandall de los ataques de la República de Haltesse.
2.Abelia será ascendida a comandante y conseguirá su propio ejército,ocupándose del reino de Dalkia.
Esto es todo.
Emperador Strife
Las cosas empezaban a cambiar. Teníamos que viajar al noroeste,donde viven las antiguas montañas que rodean Haltesse,cubiertas de nieve. Volvimos a movernos con caballos. Tardamos dos días en llegar,hacía cada vez más frío y se extrañaban nuestras casas y familiares. Llegamos cansados,sedientos y hambrientos. Los caballos habían agotado gran parte de nuestros víveres, pues ellos recorrían grandes distancias y nos llevaban a la vez.
Cuando llegamos a nuestra base principal,vimos un caballo blanco. En ese momento solo pude pensar:
-"¿¡Quién será ahora!?"
Buscando en mi alrededor no vi a nadie. Decidí entrar para pensar en estrategias,pues delante estaba una de las grandes defensas que existen, el muro de Haltesse. Cogí un gran plano e indiqué la posición de cada guerrero. Todo tendría que funcionar bien. Ya apunto de salir del baluarte, Aeneas me miró triste:
-¿Qué hacemos aquí? Me parece injusto que Abelia se lleve todo el mérito de lo que llevábamos nosotros.-protestó.
-Quizá necesitáis una mano...-dijo una voz por detrás nuestra.
-¡General Girardot!-exclamó Eurydice.
-Te presto mi lanza. ¡Vamos!
Yo asentía con la cabeza y corrí cual liebre huyendo de un zorro. Escogí de los tres caminos el central. Tanto ensayar tácticas para todos que me había olvidado de aplicarme el cuento. Al centro había solo un baluarte enemigo antes del muro,así que decidí atacar y mantener mi posición. Si mis compañeros necesitaban mi ayuda,podría atravesar fácilmente y más rápido. Por suerte,nadie necesitó mi ayuda. Se veían más fuertes que nunca. Los haltesses eran guerreros muy débiles,más que los dalkianos y los bandidos. El muro de Haltesse se hacía débil cada vez que avanzamos,haciéndolo más débil que una pluma cuando lo atacamos. El legandario muro que era irrompible,inexpugnable,lo habían destrozado un pequeño ejército en menos de...¿una hora? No pude evitar reírme de lo patético que era. El baluarte principal de Haltesse estaba cerca. Para mi sorpresa había alguien dentro. Intenté correr hacia el objetivo pero Girardot me paró con la lanza:
-Saldrá de allí. Lo sé.
Y tenía toda la razón. Una mujer encapuchada,pelirroja y de ojos azules como el cielo se acercó a nosotros:
-Este país merece ser destruido pero no os dejaré que vosotros ocupéis esta misión. Mis más sinceras disculpas.
-Cumplo órdenes. Disculpas aceptadas.
Aquella mujer era ágil y su espada me recordaba a la misma que tenía aquella chica dalkiana,Luna. Pero la derroté de la misma manera. Girardot se acercó a la mujer y dijo:
-Mooncalf...Ocúpate de lo tuyo y nadie te hará daño. Tienes cosas más importantes en otros lugares.
Ella huyó hacia la capital gruñendo:
-¿Quién es?-pregunté.
-Una mujer malettiense,del reino de Maletta. Tuvo un pequeño conflicto con con Haltesse hace 20 años. Dos años después los reyes de Haltesse le arrebataron a su preciada hija recién nacida. Ella tomó represalias y mató a aquellos reyes. Pero ahora no se sabe donde está la pequeña niña. Se la dio por muerta año después,dicen que encontraron su cadáver en la capital,pero nadie sabe con seguridad que esa fuera la niña.
-Vaya...y la gente que piensa que ese no es su cadáver...¿qué piensa?
-Pensamos que alguien la tuvo que recoger y cuidarla. Pero no sabemos si este alguien murió y ella con él.
-¿Tú crees que sigue viva?
-Si. Sé que está viva en alguna parte. Tenemos que ir a la capital de Haltesse. Herena está muy lejos.
-De acuerdo General.
Transadamos todo lo que teníamos en nuestra base al baluarte principal enemigo que habíamos conquistado.
Me quedé en los establos con mi yegua favorita. La estuve peinando,lavando y mimando. Girardot me observaba sonriente:
-¿Te gusta eh?
-Si.
-¿La quieres?
-Supongo.
-Yo la querría. La cuidó tu padre cuando solo era un pequeño potrillo.
-...
-Me dijo que te la guardara. Por eso nadie la ha podido montar. No porque yo no le dejara,sino porque Furia no se dejaba montar.
-Ella lo sabía...
-Ella lo sabe.Por eso te dejó desde el primer momento.
-No tiene porqué.
-Sí. Tu padre sigue vivo. La tienda que elegiste en el campamento es la misma que eligió tu padre,solo por cuidar de Furia. Tenías un trozo de tu padre allí,y en este animal tienes otro. Y ahora...¿la quieres?
-...Sí.
Girardot se fue dejándome casi sola. Una sombra me espiaba detras de las columnas. Me acerqué pero no estaba. Fue extraño. Volví con mi caballo y decidí buscarle un regalo. Cogí una deliciosa manzana roja y se la di en señal de agradecimiento. Abandoné el establo y me senté en una roca alta. Pensé en mi padre todo el rato. Me sentía como si estuviera hablando con él. Un copo de nieve se posó sobre mi nariz. La nieve cubría el suelo con su manta blanca. Yo no pude evitar la tentación de dibujar en frío. Escribí mi nombre en el suelo y dejé la marca de mis manos. Empecé a pasar frío. Froté un poco mis manos para entrar en calor pero me di cuenta de que la nieve se había pegado a ellas. Seguí frotando y luego alargué el brazo. Una llamarada de fuego salió disparada,sin quemarme,quitándole toda la nieve al suelo. Me asusté un poco pero luego recapacité. Ilusiones después de meditar. Menuda idiota.
Tres días después llegamos a la capital,Herena, donde mandé construir una base para descansar. El campo nevado estaba lleno de muertos. La escena era bastante macabra. Mirando por una ventana de la base me di cuenta de algo muy importante:
-Riese. Mira allí.
-Parece una estampida de personas.
-Herenos huyendo despavoridos.
-¿Por qué?
-Mira la bandera lejana. En el palacio.
-Una bandera verde con hachas rojas. Puede ser...
-Maletta se ha adelantado a nosotros.
-¡Girardot!¡Necesitamos refuerzos!

La guerra entre espadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora