FIESTA

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Todo se convirtió en cámara lenta, así como cuando una canción hace pasar por segundos una imagen, pues sucedió.

Seonghwa abriendo sus ojos hasta más no poder, y el chico al que dispararon, ese chico desvaneciéndose, el sonido de su cuerpo chocar contra el suelo llegó a mis oídos, y allí fué cuando la fiesta se volvió en una matanza.

Me había quedado en shock hasta que halaron de mí contra el suelo.
—Necesito que salgas de aquí.— su tono de voz sonaba despreocupada pero su mirada decía lo contrario.

—No te dejaré aquí idiota.— contesté. Y claro era injusto mí pensar, pues me había secuestrado, sin embargo, no permitió que me atacarán en las dos últimas ocasiones.

Soltó una maldición por lo bajo.
—Y yo no quiero que salgas jodida de este lugar.— Su mirada se perdió de mí vista cuando se percató del culpable que había disparado estaba escapando.
—Toma esto.

—¿Una Glock 43?— cuestiono.

—Escóndela en tus pantalones niña— me regaña.
—Aquí tienes otra y estas son tus municiones, utiliza la que tienes escondida solo en el caso que Song o Kang estén ocupados y a tí te hayan arrebatado ésta.

Ambos nombrados aparecieron después de haber soltados unos cuantos disparos. Hago caso omiso, me aseguro que esté cargada y la escondo, y recargo la que quedará en mis manos, tomo el cinturón de municiones y lo engancho a mis pantalones.

—¿Qué haremos con el jefe?— preguntó Song, Seonghwa me dió una mirada, esas que dicen poco pero significan mucho y luego salió tras el tipo que se había perdido entre los demás.

Solté un suspiro.
—Vamos a ayudar a su jefe.— sentencie. Ambos abrieron los ojos como platos.
—Tu Song Cuida el frente, Kang nuestras espaldas yo vigilo los laterales.

Cuando doy un paso adelante, una mano me lo impide.
—Ponte esto o tus oídos saldrán lastimados.

Hago caso colocando los auriculares inalámbricos y nos dirigimos hasta donde se encuentra el chico, Song y Kang me habían desobedecido a lo que les había dicho, protegieron más de lo acordado, solamente veía cuerpos caer y orificios en la frente. 

Me apresuré sabiendo que ellos seguían disparando, hasta que llegué a el, me arrodillé y toqué la carótida cerciorándome que aún tenía pulso, y en efecto, abrió sus ojos de inmediato, sacando de manera rápida una pistola apuntándome el pecho.

—¿Pero qué carajos idiota?— le reclamé, colocó los ojos como platos, y pude detallar mejor su rostro, y algunos flashes en mí mente pasaron rápidamente, pero no me quede en ellos, debía sacarlo de allí.

—Lo siento— murmuró.

Los disparos se intensificaron.
—Bien no te vayas a morir por favor.— soltó una risa nasal. Sí pues eso había sonado tan ridículo. Tomé la pañoleta que sujetaba mí cabello y la llevé hasta el orificio de bala ejerciendo prensión en ella, el soltó una maldición.
—Pon tu mano allí.— Le ordené. A uno de los hombres muertos rompí su camisa.
—Perdóname por haber profanado éste cadáver.

—No haz profanado ningún cadáver Mireia— su voz sonaba en demasía cansada.

—Pues a mí me parece que si.— terminé de cortarla.
—¿Te puedes enderezar?

Asintió, en el proceso soltó varias maldiciones de por medio pero lo logró. Con mis manos temblorosas, logré sujetar la pañoleta haciendo un vendaje lo más rápido e improvisado posible.

—¿Te puedes apurar?— gruñó Kang quién estaba a nuestro lado golpeando a un tipo que se estaba acercando.

—Concentrarse Kang— dijo el nombrado jefe.

—Ven vámonos— lo ayudé a levantarse, recargando parte de su cuerpo en mi.
—Chicos ya saben.

—Salgan ahora— demandó Song.

Los pasos eran torpes, pero habíamos logrado salir del salón.
—Sigue derecho hasta la izquierda.

La mansión era grande y no me había tomado la libertad de poder darme un viaje turístico en ella. Pero de uno de los rincones salió un tipo.
—Vaya vaya, buscaba piedras pero encontré diamantes.

—Wally— murmuró lo más profundo.

—Un placer volverte a ver Hongjoong.

El nombre repicó en mi mente.
—Ya sabía yo quién había sido el bastardo.

El nombrado Wally quitó su mirada del tal Hongjoong para mirarme de arriba a bajo y como sus ojos se iluminaban en el proceso.
—¿Y esta hermosura? ¿Otra de tus putas?

Había sido mi turno de reírme.
—Pues esta hermosura no es ninguna puta fíjate.

—Es mejor que cierres la boca lindura.

—Lindas van a ser tus pelotas cuando te las arranque.

El llamado Hongjoong me dió una mirada profunda, ya sabía que debía cerrar mi boca.
—Será mejor que te desaparezcas antes que lo haga yo o ella.

—Ya no te tengo miedo Hongjoong.— retumbó en el lugar su risa.

—Pues deberías.— la voz de Hongjoong se había transformado, sujeté bien su cuerpo porque se había puesto más pesado y me indicaba que estaba a punto de colapsar. Lo miré por unos milisegundos y tenía que actuar a como de lugar.

—¿Sabés algo?— dejé a Hongjoong recargado contra un pilar, mientras me acercaba con cautela al extraño.
—Que bueno que tengas el cabello largo.

—¿Porque?— inquirió.

Llevé mis manos  sutilmente hasta donde caía la coleta que sujetaba su cabello, y de pronto lo hale con todas mis fuerzas propinandole de por medio un fuerte puñetazo en su nariz, logrando que trastabillara, pero no impidiendo que me golpeara a un costado estrellandome contra la pared.

—Seas estúpida pequeña.

El ruido ensordecedor de las balas estaba muy cerca de nosotros, me acerqué a Hongjoong rápidamente para ayudarlo a resguardarnos pero estás rebotaban por todos lados golpeando la pared que nos protegía. Aparecimos en la visión de varios tipos que sin pensar mucho tomé el arma y comencé a disparar a ciegas, pues habían soltado una granada de humo.

—Debes salir de aquí Mireia— su voz se apagaba con cada minuto que tardaba.

—Escucha ¿Hongjoong cierto?— un brillo extraño apareció en sus ojos cuando lo miré.
—Si fueras mi hermano ¿Me dejarías morir?

—Ni en mil años.

—Pues de aquí salimos juntos.

Los casquillos golpeaban con fuerza el suelo, algunos de los enemigos escondidos entre la pared y los pilares pero los demás decididos en salir y seguir disparando, pero la nube de humo no se dispersaba.

—Es mejor que aparezcas zorrita.

Me reí con sorna.
—¿Seguro de encontrarme?

Si algo había aprendido de las clases y entrenamientos que mi padre me había dado, es seguir la voz de tu enemigo, y eso lo coloque en práctica, las balas desaparecieron, pero el humo no, me cercioré de que Hongjoong estuviera en un lugar seguro, luego con pasos cautelosos seguí la voz.

—Claro que te encontraré y créeme acabaré contigo y tú hermano.

Cuando estuve a sus espaldas, mi cuerpo se había quedado helado por un momento.

¿Hermano?

Éste estaba a punto de moverse cuando reaccione sacando un cuchillo de mis pantalones  y con un movimiento rápido se lo clavé en el cuello, y éste no emitió ni un sonido.

Cuando reaccioné, corrí hasta Hongjoong.
—¿Qué sucedió? ¿Escapó?

—Al infierno.


C R I M E N [Park SeongHwa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora