Una semana había pasado desde la última vez que dialogué con el italiano buenote de personalidad porquería, pero físico deseable.
Padre celestial, ¿por qué tengo que ser así?
Había sido una gran semana, pues nunca me topé con él y anduve festejando con mis nuevas amigas: Bianca y Beatrice. Mis abuelos habían quedado encantados cuando las conocieron. Eran muy simpáticas. Nos habíamos contado todo, inclusive nuestras vidas personales y varios secretos que no queríamos que nadie más supiera, porque sentíamos esa confianza a pesar de habernos conocido par de días atrás. Pero al habernos contado tanto fue como si nos conociéramos de toda la vida.
— No puedo creer que tu ex-novio fuera tan imbécil... ¿cómo pudiste aguantar todo eso? — preguntó Bianca con horror
— No puedo creer que ese toro de mierda te haya tratado así y que haya tenido los guevos de engañarte solo porque tienes estrías... ¡Y CON TU PUTA MEJOR AMIGA!. Es una puerca — Beatrice estaba muy enojada lo cual me causaba gracia ya que todo estaba en el pasado — Arg, detesto oír este tipo de historias porque me da coraje. ¡Todos tenemos marcas! ¿Qué tiene de malo? Mis nalgas tienen más marcas que las paredes de la escuela a la que iba y aun así me he echado unos cuantos en mis momentos de putería y ni los muy mamones fueron tan cabrones —
Bianca y yo nos quedamos en silencio mientras observábamos cómo la rubia murmuraba loqueras y zumbaba puños al aire.
Sí, no la pasé bien cuando era más joven. Me aferré demasiado a dos personas creyendo que jamás me dejarían. La primera fue mi mejor amiga, la segunda mi novio. Ambos claramente rompieron todo tipo de lazos que teníamos en cuanto supe que él me engañaba con ella. Tenía sexo con ella solo porque las marcas de mi trasero y caderas aparentemente le repugnaban. Era pequeña y sensible. Fui incapaz de actuar fuerte en ese momento y eso es algo que no me volveré a permitir.
— Sabes que no tienes nada que esconder. ¿Tienes estrías en tus caderas? Fine, eras gordita cuando pequeña. El cuerpo cambia y ese imbécil se lo perdió todo. Eres un mujerón con un cuerpo envidiable y al que no le guste las marcas en el, que se vaya a la mierda —
No me quería aferrar mucho, pero podía notar la diferencia entre ellas y la que una vez dijo ser mi mejor amiga. Bianca y Beatrice me alentaban a no esconder la marcas naturales de mi cuerpo mientras que Janeth era todo lo contrario.
Continuamos hablando de todo tipo de cosas: video juegos, música, arte y, finalmente, chicos lindos. Planeaba decir que encontraba a Ric y Enzo atractivos, pero ellas mencionaron aquel apellido que no había oído, ni pasado por mi mente, en toda la bendita semana: Grimaldis.
— Los hermanos Grimaldis son de los chicos más guapos aquí en Naple. No estoy bromeando — el tono de voz de la morena era serio — Los gemelos hacen que las chicas, y los gays, griten de emoción en la superior con tan solo verlos —
— No quiero sonar como una enferma ya que tengo 21 años, pero aquellos gemelos son bellísimos — Beatrice quedó horrorizada con sus propias palabras. Ella creía que había comedido un delito
Guardé silencio total. Me había saltado la parte en la que conocí a los Grimaldis y discutí con el segundo de los hijos.
— Tu silencio es sospechoso, Díaz. Habla — ordenó la rubia boricua
Rodé los ojos y reí. No iba a poder escaparme de la conversación.
— ¿Ustedes los conocen? — ambas negaron — Pues creo que no deberían de estar tan locas por ellos, ¿no?. Las apariencias engañan —
— Solo decíamos que son lindos, no buenas personas. ¿Por qué te lo tomas personal, Vany? ¿Qué nos escondes? — Bianca se acercó a mí lentamente con una sonrisa divertida dibujada en sus labios la cual me hizo temer por mi vida
Estoy jodida.
_____
Terminé por contarles todo en contra de mi voluntad. Me habían atacado a cojinazos, dejándome sin alternativa.
Al principio parecían un tanto disgustadas con Camilo por lo que me había dicho la noche de la piscina, pero luego que pasé a contarles sobre nuestro re-encuentro fuera del restaurante, sus semblantes cambiaron a unos lleno de emoción.
— ¿Por qué me miran así? — fingí una mueca de temor
— Así es como pasa en las películas. Primero se odian, luego que pasan más tiempo juntos, aprenden a lidiar el uno con el otro y al final se enamoran — la morena asintió ante sus propias palabras y yo reí
— JAH, admites que Bianca tiene razón — Beatrice me señaló
— Pero yo no he dicho nada — añadí entre risas
Dejaron sus miradas intensas en mí un par de minutos. Esperaban algún tipo de confesión rara y realmente no tenía nada en mente para decir.
— ¿Qué quieren que diga? A penas lo conozco — me encogí de hombros
— Pero te cae mal — afirmó la morena
— Sí — contesté
— Pero si apenas lo conoces — la rubia me lanzó mis propias palabras
— Touché —
Admití mi derrota. Ante ellas jamás ganaría; prestaban mucha atención a mis palabras. Sabía que ellas no me dejarían en paz hasta que al menos lograran hacer que yo escupiera algo. Lo tenía más que claro, así que me puse a pensar bastante sobre el tema para darles una respuesta la cual calmara sus curiosidades por ahora.
Vamos Vanessa, la respuesta no es tan difícil.
— Él me cae horrible... — fue lo primero que pasó por mi mente. Sus rostros fueron de pura decepción, hasta que terminé la oración — pero es lindo —
Fui sincera. Desde que me topé con él en el bar no podía dejar de echarle el ojo encima por más mierda que fuera ese chico. Mi forma de pensar sobre él no cambiaría: era un imbécil, pero uno bonito. Seguramente tenía montones de chicas detrás de él... y seguramente ya había estado con varias.
Las horas siguieron pasando hasta que ya era momento de que aquellas dos locas se fueran a sus hogares, dejándome nuevamente sola en la habitación. Decidí subir y ver a mis abuelos. No había fraternizado mucho con ellos dado que estuve bastante tiempo con las chicas y la mayor parte del tiempo, ellos estaban en reuniones importantes. Subí esas lujosas escaleras, que llevaban al segundo piso de la casa, casi corriendo pero comencé a caminar en cuento escuché voces en la sala principal.
No escuchaba muy bien desde donde estaba, pero dado a los pequeños murmullos que se podían oír desde mi sitio, podía decir que eran más de dos voces.
¿Quién vendría a estas horas aquí?
Visualicé la puerta y moví la perilla hasta poder abrirla. Salí despacio –no quería ser notada– hasta que no muy a lo lejos divisé a Valentino. Había alguien más al frente suyo pero no podía distinguirlo ya que el abuelo lo tapaba. Yo traía puesto un atuendo casual el cual no daba la impresión de que vivía aquí, pero no creía verme tan mal así que decidí salir a la luz: topándome con la señora Dionara y el señor Gian.
— Ciao — (hola) era de lo poco que sabía del idioma
— Hola cariño — sonrió la mujer y me saludó — Que bueno es verte, Camila — añadió y yo pestañeé par de veces
— Nos dijo Camilo que te gusta que te llamen por tu segundo nombre. Es increíble, ¿no?. Él Camilo y tú Camila — el señor parecía entusiasmado por algo lo cual yo encontraba malhumorante
Para mí buena suerte yo era excelente a la hora de actuar. Pude esconder mi rabia y regalarles una falsa sonrisa mientras que mi mirada iba a esa silueta frente a mi abuelo la cual no se podía distinguir aun, pero ya tenía una idea de quién podía ser. Después de todo dijo que no me iba a dejar en paz.
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ᴍᴇ ᴄᴀᴇ ʜᴏʀʀɪʙʟᴇ, ᴘᴇʀᴏ ᴇꜱ ʟɪɴᴅᴏ
RomanceDecidida a pasar un año con su abuela en Naple, Vanessa conoce una familia adinerada de italianos cuyos hijos poseen el don de hacerla enojar con facilidad. Ya no hay vuelta atrás; tendrá que lidiar con ellos. En especial con él.