Dos semanas. Ellos se fueron sin decirme que estarían lejos por dos malditas semanas.
Miraba el mensaje de mi abuela mientras mantenía mis largas y anchas piernas en el espaldar de la cama. Era temprano en la mañana: recién me había cepillado los dientes pero no tenía ánimos de subir al momento. Leonardo me había escrito, pero no sabía qué responder ante: "antier te veías muy bonita". Habían varias opciones, pero algunas eran muy cursis y otras eran tan cortas que causarían que la conversación muriera. Yo no buscaba eso.
Escuché el sonido de la puerta corredera moverse así que todo lo que tuve que hacer fue llevar mis ojos casi hasta mi cerebro para ver quién era. Mi corazón comenzó a palpitar fuertemente cuando la luz del sol dio en ese cabello castaño que poseía. Me acomodé en la cama a una velocidad que hasta a mí me sorprendió para regalarle una mirada de confusión masiva.
— ¿De cuando acá te he dado el permiso de entrar a mi habitación? — solté con molestia... o más bien la fingí
— Pon la cerradura — se encogió de hombros
— Pendejo — escupí
— Tan temprano y con mal humor. Recuérdame otra vez quién tiene la personalidad de mierda aquí — sonrió burlón mientras llevaba su mirada perversa a mi cintura
¡Puta madre! Había olvidado que solo traía puesta una camisa de Freddy Krueger y unas bragas azules.
Me tapé rápidamente de la cintura para abajo con la sábana y me crucé de brazos esperando una explicación ante su impensada aparición. Mientras que, a su vez, intentaba disimular la inquietud que me traía encima por su culpa.
— ¿Me dirás a qué viene tu indeseable visita o llamo a Ric? — enarqué mis cejas, recostándome del espaldar de madera
— No hace falta llegar a tales extremos — sonrió con amargura — Se supone que viniera en la tarde a echarte el ojo, pero tengo algo pendiente y seguramente no estaré disponible hasta la noche — caminó por toda la habitación como si fuera suya
¿Algo pendiente? Juh.
Mordí una esquina de mi labio inferior. Estaba irritada por dos cosas: de los cuatro hermanos tuvo que venir él y era claro que ese "algo pendiente" estaba relacionado con una chica.
¿Qué coños estoy diciendo? ¿Desde cuándo empecé a actuar así?
— Me alegro por ti. Corre hacia donde tu chica y ojalá termines con algún tipo de enfermedad —
Sus ojos se posaron en mí mientras que una sonrisa torcida se plantaba en sus labios. Cerré mis ojos por unos segundos mientras dejaba escapar un suspiro de arrepentimiento. Yo no podía ser más vergonzosa.
¿Por qué nací?.
— Los condones pueden salvar vidas, muñeca — ojalá nunca hubiera oído eso — Tú diviértete con tu nuevo "noviecito" — me dejó ver sus lindos dientes para entonces irse por donde mismo entró
¿Por qué lo dice entre comillas?.
Cuanto lo detesto...
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Mis lecciones de italiano, dadas por Isabella –mucama y tutora– habían finalizado. Suspiré como si hubiera sido algo en lo cual se requirió entrenamiento físico y caminé hasta la cocina con la intención de comer cualquier cosa que tuviera azúcar.
En mi cabeza aun rondaba la imagen de Camilo en mi habitación. Se veía sumamente guapo con aquella camisa clara que llevaba puesta. Lo odio. Detesto admitir que me parece lindo... y odio saber que hay algo ahí que me atrae.
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ᴍᴇ ᴄᴀᴇ ʜᴏʀʀɪʙʟᴇ, ᴘᴇʀᴏ ᴇꜱ ʟɪɴᴅᴏ
RomanceDecidida a pasar un año con su abuela en Naple, Vanessa conoce una familia adinerada de italianos cuyos hijos poseen el don de hacerla enojar con facilidad. Ya no hay vuelta atrás; tendrá que lidiar con ellos. En especial con él.