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—Narra Carrera

Parpadeé.

Sentí su respiración más pesada, y noté como recorría con sus ojos nuestras manos, unidas.

—Debe ser el efecto de la droga.. —Me tragué el cuento ese y asentí reafirmándome repetidas veces que era eso.

—Nah—Sonrió—Tomás a veces mete la pata hasta el fondo.. —Soltó mi mano y la posicionó en su pecho, echando unas risitas—No sos el único que hace jodas gays, Carrera. Me sorprende tu reacción.

Nos miramos. Y por un momento, todo se me hizo confuso. Hasta pude sentir algo de preocupación. Mierda. Sentí una especie de vacío tan sólo escuchar eso. Entonces también lo hacía.

Chasqueó la lengua: —Igual no espero que lo entiendas.

—Es mejor que lo deje descansar un momento, hasta su recuperación completa—Me sobresalté por la voz de la enfermera—Es normal que algunos pacientes tengan un momento en "la realidad". En breve estará de nuevo metido en sueño.

Asentí y besé la frente de Iván, quien me miraba confuso. Salí de ahí y me senté en las sillas de espera y una sombra tapó un poco mi lado izquierdo.

"Tomás a veces mete la pata hasta el fondo"—Repetí, pensando. No me había dado cuenta de que mi amigo me estaba mirando extrañado.

—¿Yo?

Me reí: —¿Unas horas? Parece que pasaron unos 15 minutos—Dije, recostando mi cabeza en el respaldar de la silla.

—Salí de acá a las 00:07—Miró la hora de su celular—Van a ser y cincuenta—Hizo lo mismo que yo, y cruzó sus piernas—El tiempo es relativo—. Se rió, y volvió a mirarme: —¿Qué pasó?

Yo me encargué de mirar la tele que estaba sostenida a la pared. Una aburrida presentación a nuevos conciertos en Argentina.

—La droga definitivamente le hizo mal—. Sonreí, recordando lo que dijo por último.

—¿Recién te das cuenta? Pudo haber muerto—. Tragó saliva cuando me vió—O sea, sé que le hizo mal, pero.. ¿Algo que te haga pensar eso, además de todo?

Bufé: —¿Desde cuándo hace jodas gays? Digo, en la vida me siguió la corriente—Miré a mi amigo y parecía pensativo. Una media sonrisa se avecinaba en su mejilla izquierda—¿Y de qué mierda estás sonriendo? hablá, dale.

Golpeé su codo cuando escuché que se estaba riendo. Yo también me reí, pero de confusión.

—Te dije que es algo de lo que tengo prohibido hablar—Hizo una seña con sus dedos como si en su boca habría un cierre.

Suspiré y golpeé suavemente la cabeza de Tomás. Hizo un gesto de fingido dolor.

—La puta madre, Tomás—Sonreí al recostarme nuevamente en la silla—¿Que pasó con él?—Le pregunté, después todo, no había tocado ese tema desde que llegó llorando a mi depa.

Sacó un paquete de gomitas e ingirió una. Me ofreció y negué.

—Me dijo que era un idiota por creer que podíamos llegar a tener algo. Y que me quería por la plata—Hizo una pausa—Exactamente eso mismo me advertiste justo antes de ir con él.

—Bueno, al menos fue sincero—Tomás me miró—Es mejor así antes de que te creas algo que no es verdad, ¿No?—Meneó la cabeza, y yo seguí: —Así tendrías tiempo para pensar en quedarte o no con él. Y serías un tonto si te hubieses quedado.

—Por eso—. Se rascó la nuca, y pareció recordar algo—Pero volviendo a esto, ahora habrá que esperar a que le den el alta a Iván.

Asentí. No podía esperar a que Iván vuelva a estar en casa. Aunque sólo hayan pasado algunas horas, sumado el hecho de que no nos habíamos visto ni hablado por cuatro días,  extrañaba su persona caminar por mi depa, o hablarme de cosas inútiles pero graciosas.

𝗜.𝗪.𝗔.𝗕.𝗬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora