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—Narra Iván

—Mierda.

En mi vida me mandé muchas cagadas, pero ninguna peor que esta.

¿Controlar los impulsos? Nah, eso iba bien hasta antes de esto. Me quería matar.

Carrera me miraba con cara de no saber qué mierda había pasado. Yo, un estúpido, tenía la mano en la boca y los ojos abiertos. Es como si el momento me hubiese dicho “¿Vamos a ilusionarnos un rato?” y yo bien ciego creyendo todo.

Quería llorar. De verdad tenía esas ganas fuertes de hacerlo. Sobretodo por el hecho de que no sabía cómo seguir.

—Perdón—. Fue lo único que se me ocurrió, aunque la expresión de Rodrigo no cambiaba, necesitaba decir algo más para calmar mis nervios: —De verdad perdón. Malinterpreté el momento, no.. no me dí cuenta, dios, perdón.

Me rasqué la nuca.

De verdad no sabía cómo mierda seguir. Y pensé en todo: En que Carrera se enojaría. O se iría en mi auto y me dejaría sólo. O irnos juntos nuevamente y no hablar de nada mientras. O tal vez arruinar nuestra amistad para siempre.

Sí. Exactamente eso último ya lo había hecho.

Al contrario de todos mis pensamientos, y para mi sorpresa; Rodrigo sólo sonrió.

—¿Por qué mierda sonreís?—Estaba confundido. Aún más cuando lo ví reírse suavemente. Maldito.

Se acostó. Ahora era yo quien tenía la cara de no saber qué pasaba. Sólo lo ví reírse mientras se acomodaba el pelo.

Me miró, sonriendo.

—Si yo fuera vos, también me tendría ganas—. No supe si reír o llorar—Te tomaste enserio lo de joder, ¿eh?

Mierda. ¿Era ciego o se hacía? No creyó que era joda ¿o sí? Ahora enserio quería matarme.

Todo en mí gritaba en decirle: «Acabo de declarar mis sentimientos con una acción errónea y en lo único que pensás es en una puta joda».

¿Lo mato o le digo?

—Pará que Tomás me está llamando—. Me avisa, mientras se levanta y se va cerca del auto.

Lo escuché hablar de algo, que sinceramente, no tenía ni ganas de saber de qué. Sólo me quedé sentado mirando a la nada, como un idiota.

—Tocó el timbre en tu casa, y dijo que- ¿Qué te pasa?—Hizo una pausa al mirarme. Me relamí los labios, y suspiré, mientras me levantaba.

Quedé unos centímetros frente a él.

—Eu, no era joda.

A juzgar por su expresión, estaba confundido. Largó una risita estúpida.

—¿Qué cos-..?

—No te hagás el boludo, Carrera. No era joda—. Gruñí, y llevé las manos a mi cara, no quería verlo: —Me vas a hacer quedar como un estúpido, decime algo o me mato.

Esperé. Tragué saliva, aún no sacaba las manos de mi cara.

—Si quiero repetirlo me tengo que poner en puntitas de pie.

¿Es enserio? Me reí, ahora sí mirándolo: —¿Eso fue lo primero que te vino a la mente?

—Intentaba romper la tensión, de nada—. Se rió, golpeándome el codo, despacio: —Pero igual lo digo enserio.

𝗜.𝗪.𝗔.𝗕.𝗬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora