☂︎ ᴛɪᴇᴍᴘᴏ ☂︎

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En la vida se gana y se pierde. También se supera y se olvida.

Yo aprendí mucho a lo largo de mi vida. A pesar de todo gané cosas que no merecía y perdí otras que busqué perderlas. Es doloroso escribir algo después de mucho tiempo del suceso. Es doloroso recordarlo tan perfectamente que se siente real. Una pesadilla repetida. No voy a negar lo culpable que me sentí las primeras veces de recordar todo, tampoco lo culpable que me siento escribiendo esto ocho años después.

Pero duele más saber, que incluso llorar desesperado en la habitación de mi casa, solo, sintiéndome inútil, no alteraría las cosas. No solucionaría nada.

No traería a Rodrigo a la vida.

—Hola, lindo. —Rocé con mi mano el suave pelaje de Barry. Ese lindo gato había sido un tipo de regalo. Lo único que me quedaba. Estaba flaco, aunque lo alimentaba bien, tenía fiebre y no parecía tener apetito. Ya no andaba por la casa como antes, ya no era el mismo Barru que cuando lo había conocido.

Así que me tiré en el piso, acostándome vagamente junto a él. Tenía su mirada perdida, los ojos entrecerrados, se veía débil.. cansado.

Ambos estábamos iguales.

Y viéndolo a él, observándome con debilidad, sólo pude sentirme inútil. No sabía siquiera cuidar a un gato. No podía con nada. No pude con Rodrigo, tampoco con su gato. Y tenía en cuenta de que ni siquiera iba a poder conmigo. Y lloré en silencio, acariciando al animal frente a mí, quien respiraba con dificultad.

—Todo va a estar bien, lo prometo. —Tragué profundo viéndolo borroso, escuchando de manera atenta como su respiración se volvía densa y pesada. Muy lenta.

Y su último ronroneo.

Finalmente había dejado de respirar, quieto, silencioso, vacío. Un conjunto de emociones en un segundo. Una situación repetida que olvidé como se sentía y la profundidad de culpabilidad que causaba.

Y me sentí roto. Miserable.

Respiré hondo antes de alzar a Barry y acostarlo en mis brazos. El sonido de la puerta abriéndose ni siquiera me sacó del ensueño.

—Iván.

La suave voz de Tomás haciendo eco a los lados de mi cabeza. De verdad manejaba bien ignorar todo; pero a veces una simple voz reconfortante mencionando tu nombre despacio te traía a la realidad. No te hacía sentir culpable ni inocente. Sólo reflexionar.

Lo miré.

Mi única necesidad en ese momento, ¿desde cuando me había sentido tan solo, aún teniendo quien me acompañe? Aún teniendo a Tomás, que juraba que jamás le pasó por la cabeza el decente pensamiento de dejarme. Porque él también fue parte por mí, algo debía sentir. Le sonreí. Le sonreí con desilusión, con amargura, con tristeza y enojo. Le sonreí con culpa, con angustia y desánimo. Le sonreí, teniendo en cuenta de que era tan estúpido seguir.

Él también lo hizo. Pero su sonrisa demostraba más empatía de lo que quisiera haber visto.




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2032 — Iván

Nico terminó siendo una persona muy linda.

Lo había conocido hace dos años atrás en una cafetería, no fue un cliente, de hecho, fue un empleado. Y nuestra historia empezó por un día lluvioso en el que no dejaría que salga del café aunque este ya haya cerrado. Fui otro cliente privilegiado, me quedé ahí, el único, y cuando después de diez minutos la lluvia no paró y cayó con más dureza, él apareció sonriendo con dos cafés en mano y unas medialunas.

Me había ofrecido quedarme hasta que la lluvia termine.

Desde ese día me anoté mentalmente y fiché que los días lluviosos serían mis favoritos hasta morir. Sin importar a qué me recuerden y en qué circunstancias también lo viví.

Adoptamos un gato, lo llamamos Carru.

A veces, Nico le decía carrusel, sólo por joder. Carru era un gato rubiecito de ojos color verde. A penas tenía tres meses y el cariño que le había tomado creció rápido. Como él.

Al final, había descubierto quién y qué era. Porque tuve razón, de ella gusté una vez y cuando vi que no funcionaba, lo dejamos y la olvidé, pero hasta ese punto creía que sólo me gustaban las chicas. Hasta que llegó él y me confundió. Y estaba tan confundido que creía que pensar esas cosas era malo. Pero no, me atrasé y me quedé muy atrás y entonces fue tarde cuando lo supe.

Nico me hizo y hace feliz. Después de tanto, había encontrado al fin a la persona correcta. Siempre se lo recordaría: me ayudó, me levantó, me cambió..

Hizo que recuerde lo bien que se sentía ser feliz. Y lo que se sentía sentirse amado para poder amar, sin cargar con lástimas.

Él jamás se irá de mi mente. En especial de mi corazón; cuando me encuentre avejentado junto con Nico y posiblemente otro gato que adopte, él va a seguir estando. Y ya lo dije una vez: algunos recuerdos juntos se irían conmigo a la tumba. Sin duda alguna.

El primer amor. Ese nunca se puede olvidar.

𝗜.𝗪.𝗔.𝗕.𝗬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora