Acostumbrarse a una nueva ciudad nunca es sencillo al inicio, pero si además también debes adaptarte a una nueva identidad, resulta aún más complicado.
Volkov llegó a la ciudad de Atlanta bajo el nombre de Boris Solokov. Blake había aconsejado que su nueva identidad no fuera de nacionalidad rusa, pero aquello no era posible, si tras tantos años en Estados Unidos aún conservaba su acento, además de lo inevitable que era para él utilizar frases o palabras en su idioma, en especial cuando se enfadaba o molestaba, era más sencillo y evitaría problemas. Por ello, había decidido forzar mucho más su acento, tal como si llevara poco tiempo en el país y aprendiendo el idioma.
Empezar de cero era complicado, y a pesar de que trató de preparar todo lo mejor que pudo, las cosas no salieron de la forma que planeaba. Pretendía llegar a Atlanta y dirigirse a la dirección que Blake le había proporcionado del apartamento de Horacio, o Michael Hope como se hacía llamar. Fue lo primero que hizo cuando llegó a la ciudad, pero descubrió que en aquel edificio no vivía ningún Michael Hope ¿La información era incorrecta? ¿Horacio ya no estaba allí? ¿Y si no estaba allí, dónde se encontraba?
Aquello fue un duro golpe para el ruso, ya que tenía la certeza de poder encontrarle pronto. Le hizo sentir miedo ¿Y si lo habían encontrado antes? Pero trató de no hundirse, y decidió que seguiría buscando hasta dar con él, era por eso que había armado todo ese plan, por lo que había ido a la ciudad.
Sin nada más que perder, buscó trabajo en la ciudad como taxista. Cuando Jota falsificó su identidad, Volkov le pidió una licencia falsa de taxista, era un trabajo que le daba la oportunidad de conocer mejor la ciudad, hacer contactos e incluso encontrarse con el mismo Horacio. Con el currículum que habían inventado, no fue difícil ser aceptado en el puesto. Residía en una pequeña habitación de alquiler en un conjunto de apartamentos, no era como ninguna de las viviendas en las que había vivido tantos años, pero no podía importarle menos el espacio, incluso la casa más grande se sentía vacía sin el de cresta.
Antes de darse cuenta, casi un mes había pasado, y no había encontrado nada que le sirviera para encontrar a Horacio. Aquella ciudad no era para nada como Los Santos, era mucho más grande, con un número mucho mayor de población, encontrar a alguien que se escondía no era trabajo que se hiciera de la noche a la mañana.
Como taxista le iba bastante bien, aprendió rápido el oficio, de manera que no levantó ningún tipo de sospecha, de hecho, había empezado a hacer amistad con sus compañeros. Trataba de comportarse opuestamente a cómo él era, y aunque al principio era algo que creyó no sabría hacer, pensó en qué haría Horacio, y llegó a la conclusión que tan solo debía "dejarse llevar", como solía decir este. De todas formas, era importante ir generando contactos, empezando por sus compañeros, clientes que empezaran a ser regulares... Cualquier tipo de información le valdría.
Aquella noche volvió a su apartamento, cansado de todo un día de servicio. Se dirigió directamente a la ducha, tan solo quería acostarse lo más pronto posible. Estaba cansado, no tan solo por le trabajo, sino por toda la situación. Sus días parecían todos iguales, e igual de grises que en la isla. Trabajaba, hablaba con sus compañeros, y volvía a casa. El no tener ningún tipo de pista lo desanimaba muchas veces, tal vez había perdido su instinto de policía, tal vez realmente la edad empezaba a pasar factura, tal vez nunca lo encontraría. Se quitó la camiseta, y se fijó en su cuerpo.
La cicatriz que cruzaba su pecho, la resiguió con la yema de sus dedos, recordando las palabras de Horacio, la culpa en su voz, sus ojos tintados con miedo por su respuesta... Nunca le odió por lo que hizo, nunca sería capaz de hacerlo. Los tatuajes de su brazo, hechos aquel día improvisado, nunca pensó que decoraría su piel así, pero cuando estaba junto a Horacio nunca sabía qué esperar. Se giró, dando la espalda al espejo, y ladeó su cabeza para ver el reflejo. La mariposa con la daga seguía allí, y siempre seguiría. El recordatorio de un reencuentro, una promesa que no fue dicha pero sí sellada.
No podía desanimarse, no podía decaer su ánimo. De una forma u otra, volverían a encontrarse.
Los días siguieron avanzando, a cada rato que podía, Volkvo apuntaba en su libreta lugares donde creía podría encontrar a Horacio, zonas donde fuera más probable que se encontrara... Aquel día estaba en la sala de descanso de la sede de taxistas, mientras tomaba un vaso de café y hacía sus anotaciones, cuando vio a uno de sus compañeros acercarse a él. Maksim Mamedov, de origen ruso también, había sido una de sus primeras amistades en la ciudad, era algo... extraño, por definirlo de alguna forma, Volkov creía que no era trigo limpio, había algo en él que no terminaba de encajarle.
-Priviet, Boris ¿Cómo va el día?- Preguntó, sentándose frente a él.
-Priviet, pues por ahora va bien, en un rato he de volver a trabajar.- Como ya era costumbre, forzó su acento, e intentaba hacer su voz sonar más grave.
-Yo también, este trabajo es una mierda, eh.
-¿No te gusta?
Maksim se encogió de hombros.
-Podría ser peor, claro, pero no me gusta estancarme, hay cosas más interesantes, digamos...- Miró un momento hacia los lados, como asegurándose que nadie más escuchaba.- Últimamente he estado haciendo ciertos... negocios, por decirlo así.
-¿Qué tipo de negocios, si puede saberse?
-Criptomonedas.
-¿Cripto qué?- Volkov había escuchado hablar alguna vez de estas, pero no conocía su funcionamiento del todo.
-Sí, ya sabes, monedas virtuales.
-¿Pero cómo funciona eso?
-Pues como una moneda, pero virtual ¿No me escuchas?- Volkov encarnó una ceja, parecía que Maksim tampoco tenía mucha idea de qué era en lo que se estaba metiendo.- Con un par de amigos estamos empezando otra cripto, estamos buscando inversores ahora ¿Te apuntas?
-Creo que voy a pasar por ahora...- Aquello sonaba a otra estafa más, igual que el Money Makin' del que Horacio le habló.
Su cabeza hizo click por un momento, si Horacio se enteraba de la existencia de esto, querría saber más, incluso invertir llegado el momento, porque sabía lo mucho que a Horacio le gustaban estas cosas, algo que nunca entendió, pero era así.
-Es una pena, tenemos el mercado a nuestro favor...
-¿Pero esto es legal, no te meterás en ningún lío?
-Claro que es legal, no hay nada de malo en lo que hacemos.
Volkov se lo planteó un momento, lo que menos necesitaba era meterse en problemas, pero no podía negar que era algo que podría servirle.
-Me gustaría saber más sobre esto.
Maksim pareció verdaderamente feliz de escucharle decir eso. Volkov escuchó una charla de una hora aproximadamente del uso y valor de las criptomonedas, y como las llamadas "cykacoins" estaban creciendo, y lo buena oportunidad que era invertir ahora en estas. Volkov decidió que no invertiría, porque no estaba para perder dinero en una estafa a conciencia, pero sí mostró mucho interés en el negocio.
-Me gustaría ver un poco como funciona esto, algunos clientes y a dónde lleva, y así igual me animo.
-Me parece bien, estamos aún en búsqueda de estos, pero uno de mis socios me ha dicho que está empezando a hablar con un cliente potencial, ya te contaré cuando sepa más.
No podía creer que se estuviera involucrando en un negocio así, si aquello no le llevaba a Horacio, se sentiría como un completo idiota. Y si lo hacía, tenía claro que lo primero que haría sería sacarle de esa estafa absurda.
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When you're gone - Volkacio
FanfictionUna separación nunca es fácil, menos aún cuando ninguna de las dos partes lo desea. Horacio se marchó junto a Charlotte, huyendo del mal que los acechaba en esa ciudad maldita. Mientras, Volkov sigue allí, consumido cada vez más por la soledad. Pero...