Capítulo 2

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Antes de que el sol se escondiera en el horizonte, a Heeseung le gustaba desviarse de su camino a casa para dirigirse al conocido edificio que había adoptado como suyo y de su joven compañero. Estaba lejano a su vecindario, en una zona oscura rodeada de edificios casi totalmente abandonados, era un rumbo peligroso para andar caminando solo por ahí, pero Heeseung nunca iba solo.

Cuando ingresó al enorme edificio, envuelto en un abrumador eco, escuchó los sonidos provenientes del segundo piso, subió las escaleras y en el salón se encontró a Ni-ki, como él lo apodaba; estaba jugando con una pelota de tenis, sucia, que seguramente había encontrado tirada en la calle.

El más joven, al notar su presencia, dejó de golpear la pelota en la pared para mirarlo; le sonrió. Le saludó e invitó a pasar. Esa enorme sala, con un montón de basura almacenada, vidrios rotos y un aspecto terrorífico, era el único lugar en donde ambos sentían paz.

A Heeseung, pasar tiempo con Ni-ki le agradaba. Le gustaba estar con él aún si no decía palabra alguna, escuchar al más joven siempre le parecía mucho más interesante. Le gustaba escuchar sus anécdotas y lo emocionado que se escuchaba cuando le contaba lo que había hecho durante la mañana o el día anterior.

Encontrarse juntos era el único momento del día en que Heeseung se sentía seguro, se sentía tranquilo, veía en la mirada del más joven el reflejo de una vida difícil, tal como la de él. Se vió a sí mismo en Riki.

Podían considerarse amigos, pero tanto Heeseung como Riki no tenían una idea clara de lo que era tener un amigo. Ambos habían crecido alejados del mundo y relacionarse con las personas no era su especialidad. Más bien, habían encontrado en el otro una zona de confort, en dónde podían hablar de sus problemas sin ser juzgados. Pero no había risas, no había bromas ni momentos divertidos que compartir tal como lo harían los amigos.

Solo eran dos chicos destrozados que se habían cruzado por casualidad.

Por más que ambos quisieran ser más cercanos, no podían. Les era imposible.

Pasaron tiempo juntos, como de costumbre, contando anécdotas y actualizando el rumbo que tomaban sus vidas durante los últimos días.

— Hoy, mi abuela me contó la historia de cómo conoció a mi abuelo.

— Te la cuenta diario.

El más joven rió. Lo sabía, su abuela le contaba la misma historia una y otra vez todos los días, y a su nieto le gustaba escucharla igual de emocionada que la primera ocasión.

— Anímate, Heeseung. Un día de estos deberías ir a visitarme para conocer a mi abuela.

Heeseung no contestó, únicamente miró hacia la ventana frente suyo, observando con detenimiento como el sol bajaba más a cada minuto pasado.

— Es tarde. Debo irme.

Triste, Riki se despidió de él y le deseó suerte al volver. Heeseung le sonrió apenas y salió del edificio.

Se encaminó a su hogar, dónde seguramente le esperaba una larga jornada de malos trato. Ya no le extrañaba, se había acostumbrado al maltrato, actos humillantes y las palabras hirientes, pero no podía ocultar que cada ofensa que recibía le dolía, se enterraba profundamente dentro de su corazón y le dañaba. Más de una vez pensó en defenderse, claro, pero nunca reunió el suficiente valor como para hacerlo.

Observó la maltratada puerta frente suyo, y respiró profundamente, se acercó y giró la manija. Adentro no había ruido, supuso que, tal vez, su padre no estaba en casa. Respiró con más normalidad y se adentró en su hogar. Miró a su alrededor en busca de alguien presente, pero no había nadie, se atrevió a subir las escaleras, con miedo de hacer ruido a pesar de que no había nadie en casa.

Cuando llegó el momento de pasar frente a la habitación de sus padres, tembló. Siguió caminando de puntillas, con la delicadeza de un bailarín, miró con curiosidad a través de un espacio en la puerta, y observó un cuerpo sobre la cama. Se detuvo. Se acercó todavía más y logró distinguir a la persona dormida; era su madre. La observó con detenimiento, sin hacer ruido, y suspiró aliviado al notar que estaba respirando.

Continuó caminando hasta que llegó a su habitación y entró, detrás de sí cerró la puerta con sigilo, y cuando finalmente estaba encerrado se dejó caer al suelo, sintiéndose inmensamente agotado. La travesía de ir, desde la puerta principal, hasta su dormitorio, era todo un reto. Por fin estaba seguro.

Por lo menos ahora.

Cuando recuperó la energía para levantarse, se encaminó hasta el pequeño escritorio que él mismo había improvisado, sacó sus cuadernos de su bolso, e intentó disponerse a estudiar, aunque pocas veces lograba concentrarse, el miedo de que su padre o su madre entraran sin advertencia a su habitación, le aterraba, nunca podía estar en paz.

Se sentó en la vieja silla, y observó el cuaderno frente suyo.

Su nula concentración desapareció en el momento en que escuchó la puerta principal ser azotada con fuerza.

Heeseung miró hacia el frente, recargó sus codos en la superficie plana y entrelazó sus manos, comenzando a juguetear con ellas, sintiendo su ritmo respiratorio descontrolarse.

Había llegado.

Y seguramente el pobre muchacho la pasaría mal.

Viéndolo venir, sintió la puerta de su dormitorio ser abierta con brusquedad y solo pudo cerrar los ojos en espera de lo peor.

Sintió a su progenitor caminar con lentitud hasta dónde él estaba. El tiempo se detuvo por un momento.

— Oh mi pequeño hijo... — le susurró — Mi pequeño e idiota hijo.

Aquello último lo espetó con odio, su voz transmitía asco. Se acercó un paso más, quedando a pocos milímetros de distancia con la espalda del menor.

Sin cuestionarse mucho, golpeó un costado de su cabeza, tomándolo casi por sorpresa. Tomó sus cabellos entre sus dedos y jaló de ellos, lastimando a su hijo notablemente, pero poco le importó cuando lo obligó a levantarse del asiento y golpearlo en la cama. Le miró con desprecio y escupió.

Estaba ebrio. Pero esas acciones habían sucedido antes, a Heeseung no le sorprendió, solamente se resignó e intentó cubrir su rostro con sus manos, las cuales pronto fueron retiradas y sus brazos comenzaron a ser golpeados sin consideración, sin importar qué tanto le lastimaba.

Heeseung se tragó sus lágrimas, no quiso llorar, sabía que si lo hacía la situación empeoraría. Se dejó llevar, dejando de poner resistencia a los golpes y abusos.

— ¡Defiendete, maldita sea! ¡Golpéame! — escuchó a lo lejos.

Pero ignoró aquella petición, prestando más atención a los gritos que alcanzaba escuchar afuera, pidiendo ayuda, pidiendo perdón.

La escuchó y finalmente dejó escapar una lágrima.



























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Si... Bueno... Sabían que las cosas se iban a poner mal aquí.

En fin... :((, Espero que les guste, pronto conoceremos a más personajes y conoceremos más de Heeseung y de Sunoo. Mis pobres niños, de verdad sufren mucho.

Bueno..

Nini fuera 

GAMAN || ENHYPEN (Retomada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora