Prólogo

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14 de septiembre, 2008. 13:50 hrs.

Afuera llovía y hacia frío. Ese tipo de clima le transmitía calma cuando realmente lo necesitaba. Miró por la ventana, observando con cuidado a los niños de afuera jugar emocionados, corrían y reían sin importarles nada a su alrededor.

Pero él, estaba encerrado en su habitación, sumergido en un abrumador ambiente. Abrazaba sus piernas y sus labios temblaban intentando no emitir ningún sollozo, sin embargo, las lágrimas bajaban por sus mejillas, dejando un rastro al caer. Debía guardar silencio si no quería sufrir más. Afuera se escuchaba un llanto sin filtro, gritos de ayuda y pidiendo perdón se colaban bajo su puerta. Cerró los ojos con miedo, rogando porque algún día ese tormento terminara.

Quería ser feliz, quería salir a jugar y divertirse cómo los niños de su edad. Quería celebrar su cumpleaños y recibir regalos. Quería tener amigos.

Quería que los moretones en sus piernas fueran por caerse jugando fútbol...
No por que su padre lo golpeara hasta el cansancio.

Pero sabiendo que no podía tener nada de lo que anhelaba, por más que fuera un buen niño, deseaba mejor morir. Terminar con ese sufrimiento de una vez por todas, encontrar la paz aún si eso significaba no volver a respirar.

Cuando todo su hogar quedó en silencio, escuchó la puerta principal ser azotada con furia. Por primera vez en el día, respiró aliviado, creyendo que había llegado el momento en que podía sentirse en paz.

De puntillas alcanzó el manubrio de la puerta y la abrió, coló su mirada por un mínimo espacio, y al asegurarse de que no había nadie afuera, se aventuró a salir. Caminó con sigilo por todo el pasillo y comenzó a bajar las escaleras. No había comido nada desde la noche anterior y tenía hambre, seguramente algo habría en el refrigerador, su madre nunca les preparaba de comer, únicamente preparaba para ella y su esposo.

Cuando notó la presencia de alguien en la sala de estar, tembló de miedo, pero solo era su madre observando el televisor, recostada en el sillón como si todo en su vida fuera perfecto.

El pequeño la ignoró y siguió caminando hacia su destino. Cuando entró a la cocina, ahogó un grito. En el suelo estaba su hermana, con moretones en el rostro, sangre escurriendo de sus labios y sus manos lastimadas. Se acercó a la niña y se arrodilló a su lado.

— ¿Q-Qué te pasó, hermanita? — le susurró.

— Sube a tu cuarto... — le suplicó en un hilo de voz — No salgas hasta que yo vaya por ti.

Antes de que el menor pudiera contestar, escuchó la puerta principal abrirse.

— Corre.

GAMAN || ENHYPEN (Retomada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora