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Damián Fox

La traición tenía un color característico que al ser derramado manchaba mis manos extinguiendo la  cordura.

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No sé por qué me molestaba en hacer esto pero de pronto lo que hiciera conmigo mismo me daba igual.

Aún así llame a la puerta de la habitación de la pelirroja.

No demoro mucho en abrir y mostrar un rostro de confusión. Sostenía un libro con una mano, chupaba una paleta que se dejó entre los labios y escuchaba música a través de los auriculares.

—¿Cómo demonios entraste? —pregunto ofendida.

Me pase por su lado sin molestarme en ser sarcástico con ella antes de sentarme en su cama y soltar una gran exhalación.

—Damián te hice una pregunta. —fue obvia.

La mire incrédulo y casi pierdo la paciencia. Pero no era con ella quien debía desquitar aquello.

—No supe que hacer o a quién acudir —confesé —. Y venir contigo me pareció buena idea.

—¿Qué pasa? —pregunto mostrándose sería. Se sentó en su cama, lo suficientemente lejos de mi como para encoger sus piernas en el sitio.

—Pasa que mi mejor amigo creo que no lo es del todo —soné afectado, si. No lo pretendía pero así fue.

Y no era que me doliera, era más bien un sentimiento de traición el que me escocia en el fondo.

—¿Qué fue lo que pasó? —insistió.

—Ya debes imaginarlo. Ayer en la biblioteca —recordarlo y encima decirlo en voz alta me ardía en la garganta —Cuando te pedí que volviéramos era porqué quería confirmar algo.

—¿El qué?

—¿Recuerdas que te pedí que buscarás a Poe y a Padme? —ella asintió.

—No los encontramos —bajo la mirada como comprendiendo.

Soltó la paleta dejándola sobre un pequeño plato que yacia en su cómoda.

—Ellos estaban juntos.

—Damián...

—Lo confirme horas después cuando mire a Padme. Ella lucía diferente.

—¿Cómo?

—Tu eres su amiga —la mire —. La conoces tanto como yo, y sabes cuando ella miente. Cuando lo hace tiene la manía de mirarse las manos.

—Si, lo sé. Eso hace.

Volví a exhalar como al no tener remedio.

Recordarla era difícil contando la posición en la que me encontraba.

Su ojos dilatados.

Su piel ligeramente rosada.

Su cabello levemente enmarañado.

El brillo en sus labios al haber sido besados.

Y maltratados al estar hinchados.

La inestabilidad de sus piernas al andar.

El aroma que le pertenecía a alguien que yo conocía lo suficientemente bien en su cuerpo.

—Pero tu mismo lo has dicho —la pelirroja llamo mi atención —. La conozco bien y sé que si Padme accedió estar con Poe no fue precisamente solo porque él se encargará de tentarla hasta hacerla caer... Debe haber algo más, y creo que ese algo más eres tú.

Dioses de la DISCORDIA | Damián & Eris Donde viven las historias. Descúbrelo ahora