Capítulo 31 2T

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Era una fresca medianoche de Octubre. La luna brillaba y había unas cuantas estrellas rondándola y haciéndole compañía. El viento estaba frío, pero sin llegar a lo helado.

En medio de la noche no se escuchaba ni un solo ruido más que algún gato maullando, y el tenue aire golpeando en las ramas de los árboles.

Ariana Reed se encontraba sentada en la cama sobre su almohada mientras jugaba con su IPad una partida de Candy Crush.

Desde hacía ya más de seis semanas había perdido el sueño. La enorme barriga de más de nueve meses cumplidos no la dejaba dormir, a pesar de que la criatura que yacía dentro era bastante tranquila.

De pronto, incapaz de estar cómoda, echó un irritado suspiro, y dejó el dispositivo por un lado.

Volteó su mirada hacia su marido que se encontraba a su lado durmiendo plácidamente mientras roncaba sin parar. Ella puso los ojos en blanco, y trató de recostarse.

Últimamente estaba de un pésimo humor. Le dolía la cabeza y los pechos, se le habían hinchado los pies, y no aguantaba más la espalda. Además hacía pipí hasta tres veces por hora.

Se suponía que hacía una semana que tenía que haber dado a luz, pero esa pequeña personita parecía estar muy a gusto dentro de su cuerpo, y se negaba a querer salir.

Frustrada, miró su redondeada figura, y se colocó ambas manos a su alrededor de sus costados.

–Ya sal de ahí...– murmuró en tono de súplica.

Justo en ese momento, y como a manera de contestación, su bebé la pateó fuertemente.

–¡Hey!– se quejó.

De pronto su vientre se tensó dolorosamente.

Ariana tuvo que reprimir un gemido y otro más. Apretó los dientes, y cerró los ojos mientras se preguntó vagamente por qué sus hijos tenían la manía de nacer tan inesperadamente y sin respetar fechas estipuladas.

Trató de mantener la respiración tal y cómo le habían enseñado en sus clases de preparación para el parto, que esta vez sí se había ocupado de tomarlas porque Jack la había obligado.

Alargó entonces la mano hacia él para despertarle pero su inmensa figura ni siquiera se movió. El padre de sus dos pequeños siguió roncando y eso la hizo enfurecer.

–¡Jaaaaack!– gritó con dolor y dificultad.

El estruendoso grito lo despertó inmediatamente, asustándolo. Al levantarse de un solo tirón, Jack cayó al suelo con todo y cobertor.

–¡¿Qué?! ¡¿Qué?! ¡¿Qué pasa?!– exclamó horrorizado y aún medio dormido.

–¡El bebé!– alcanzó a gritar Ariana mientras trataba de lidiar contra el abrumador y horripilante dolor de las contracciones. –¡Ya va a nacer!–

En media fracción de segundo, el peleador reaccionó.

–¡Oh, joder!–

Entonces tan eficiente como siempre, se vistió, tomó el bolso de su mujer, y la pañalera que ya habían preparado con anterioridad.

Cuando se cercioró de que todo estuviera listo, tomó la chaqueta de Ariana, y trató de ayudarla a que se la pusiera.

–Jack Reed, no saldré de esta casa en pijama– advirtió ella molesta.

Como el maravilloso marido, comprensible y atento que él era, la ayudó inmediatamente a ponerse unos leggins de licra negros, con zapatos de suela baja, y un abrigo de pedrería brillosa.

La Villana Del Cuento® (AG 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora