Capítulo 19

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Ariana poseía una belleza perfecta... Hermosura, fuerza, simetría.

Su rostro era la cosa más linda que hubiese podido ver nunca. También era único. La estructura ósea era elegante, y conseguía que cada rasgo alcanzara la perfección.

Los labios le atraían por lo exuberantes, llenos y exquisitos queeran. La parte más prominente de sus pómulos se veía siempre sombreada por lo largo de sus pestañas. Eran larguísimas. Su nariz era pequeña, respingona, delicada. Los ojos marrones eran enormes, brillantes, los rodeaban esas tupidas pestañas oscuras. ¿Había mencionado ya lo largas que eran?

Su cabello castaño recogido lo hacía querer desprender la coleta y perder sus manos en toda esa sedosa melena que le asemejaba al caramelo fundido.

Su aroma era hechizante, embriagante, levantaba sus pies del suelo y lo hacía flotar en dirección a ella, a donde quiera que se dirigiera, lo hacía adentrarse en Arianalandia sin boleto de salida, sin posibilidades de escapar.

Cada detalle estaba grabado en su cerebro. Jamás se borrarían, estaba seguro de ello.

Se moría por esa mujercita. Se moría por una sola caricia, por un beso suyo.

A cada día, a cada instante, a cada segundo que transcurría, Jack caía más y más.

El verla a diario, el tenerla cerca, le provocaban un ansia incontenible. Cada vez era más difícil poder controlarse, y esas malditas fantasías sexuales, calientes, explícitas y llenas de erotismo, en donde ella siempre era la protagonista, no ayudaban jodidamente en nada.

¡Mierda!

Ariana estaba ya por cumplir nueve meses de embarazo, estaba ya casi con un pie en el quirófano, lista para tener al bebé, y él seguía soñando despierto, seguía deseándola como un desquiciado.

Ariana estaba ya por cumplir nueve meses de embarazo, estaba ya casi con un pie en el quirófano, lista para tener al bebé, y él seguía soñando despierto, seguía deseándola como un desquiciado

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¿Cuándo se atrevería a decírselo? ¿Cuándo tendría los cojones suficientes para hacerlo?

Todos los días se iba a la cama con aquel pensamiento.

>Mañana se lo diré<

Pero ese mañana todavía no llegaba.

Cada una de las veces que había estado dispuesto a hacerlo, se había retractado. Le había ganado el nerviosísimo, el temor. Se sentía demasiado inseguro.

>Tu tiempo se acaba, amigo. Te quedan sólo unas cuantas semanas... ¿Semanas? Quizás sólo días... Horas... Minutos... Segundos...<

Tragó saliva.

>Eres un puto cobarde. Eres un puto cobarde. Eres un puto cobarde< la voz resonó taladrándole la mente, perturbándole con la perspectiva de que se llegara el día en que perdería a su amada sin siquiera haber tenido la oportunidad de luchar por ella.

No, no iba a dejar que eso sucediera. Tenía que decírselo ya. Ese mismo día de ser posible.

>Entonces ve y busca tus bolas, Jack. Las vas a necesitar<

La Villana Del Cuento® (AG 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora