25.- VUELTA A NARNIA

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FINCHLEY, LONDRES.

Las cosas para Ava Campbell habían sido muy complicadas desde que su hermana se había ido. Habían momentos mucho mejores que otros.

Cada día deseaba verla, deseaba que fuera una pesadilla de la que no podía despertar. Era solo una niña, no entendía por qué Amy la dejo, sin despedirse, sin hablar con ella, ni tampoco por qué Peter se había ido de la nada. La extrañaba con cada parte de su ser.

Siempre dejaba las luces de la habitación de Amy prendidas, por si algún día se le ocurría regresar. Ava pensaba qué, tal vez si su hermana pasa algún día por su casa y ve su habitación iluminada, podría volver...

Los primeros meses, Frank y la mamá de Amy se habían vuelto a encontrar para buscar a su hija. En estaciones de policía, casa de familiares, casa de amigos, con los Pevensie... pero no había algo que pudieran hacer.

Poco a poco comenzaban a rendirse. Lo único que quedaba era esperar...

Ava dejó de juntarse con Lucy y Edmund. También ellos eran como hermanos para la niña, pero al final eran más grandes, comenzaban a madurar y Ava se seguía sintiendo bastante mal por lo de Amy. Se distanciaron de alguna manera. Cabe aclarar que ambos Pevensie se encontraban de visita en casa de su primo Eustace, así que eso dificultaba aún más su comunicación.

Sara y Frank siempre trataban de mostrarse fuertes por su hija. La tía Kate incluso intentaba ayudarla. Pero Ava simplemente no podía continuar fingiendo como si nada hubiese ocurrido.

Aquel día, se encontraba en los baños del colegio lavando sus manos cuando, de repente, el agua comenzó a esparcirse por todos lados. Se derramó por todo el suelo. La niña, sorprendida y asustada comenzaba a sumergirse entre toda el agua que rápidamente subía de nivel.

Todo pasó bastante rápido, de un momento a otro las paredes del baño se convirtieron en el cielo azul. Ahora se encontraba en un océano.

Notó tres cabezas de otras tres personas que se encontraban junto a ella tratando de subir a la superficie.

—¡Edmund!— escuchó la voz de Lucy gritando— Eustace, ¡nada!— habló nerviosa.

Los cuatro veían como un barco se acercaba cada vez más a ellos.

Ava comenzó a entrar en pánico, dejaba de nadar.

Edmund rápidamente se acercó a ella y la tomó entre sus brazos. Ava posó sus manos alrededor del cuello del Pevensie, lo abrazó calmándose y le agradeció.

𝐒𝐎𝐋𝐃𝐈𝐄𝐑 - peter pevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora