Como cuando eramos

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Se fueron las noches de tristeza
y quedaron los días de rabia.
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Lucía conducía, pero los kilómetros no la alejaban de sus pensamientos. La noche se estaba comiendo la carretera, las luces de su coche le revelaban el próximo tramo de carretera, y el desierto le echaba en cara la muere de su hermana.

Si se hubiese acercado a ella, si le hubiera dicho que era hermosa, irremplazable, que la opinión de otros no valía nada. Si hubiera hecho de lado los cuatro años de edad que las separaban, si hubiese puesto atención a su falta de apetito, a su constante deseo de dormir, a su mirada ausente. Si no se hubiese burlado de ella cuando le hablo de Boscha, la chica popular de su colegio, y de las extenuantes y pesadas bromas que le jugaban constantemente con sus amigas. Si le hubiera entregado una palabra, un abrazo, una chispa de autoestima. Entonces quizás su hermana habría vivido más allá de los catorce años.

Todos esos "hubieras" se le clavaban en la piel, la tristeza le besaba la espalda, la carretera no decía nada y el pasado gritaba eufórico trayéndole más recuerdos desgarradores.

Tu eras un ángel que animaba a todos, un rayo de luz que conseguía iluminar hasta mis días más oscuros, esa esperanza que todos buscan y no saben que la tienen hasta que la han perdido irremediablemente, traías esa hermosa y escandalosa melodía a la que llaman risa que animaba mis mañanas y aliviaba mis noches, y que a pesar de mis constantes rechazos siempre te acercabas para consolarme y abrazarme.

El coche paso por una curva y el movimiento la transportó a la escena que intentaba evitar: la tarde callada cuando sus padres no estaban en casa, los pasos de ascenso por las escaleras, el chirrido de la puerta, el cuerpo de su hermana colgando en su habitación..., los alaridos que soltó mientras le acariciaba la cabeza y le rogaba que despertara.

Te he fallado, quisiera jugar contigo en el patio como cuando éramos pequeñas, pero ahora tus ojos solo tienen color en las fotografías...

Abandonó la carretera y se internó en un segmento apacible del desierto. Soltó las lágrimas que le pesaban y dejó algunas para la vuelta. Salió del coche con los puños endureciéndose lentamente por la furia. Abrió el maletero: ahí seguía Boscha, atada y amordazada. La oscuridad de la noche le impidió ver sus ojos de súplica, en aquella pose parecía un bello pájaro indefenso. La sostuvo del cabello y la sacó con brutalidad.

Estiró la mano dentro del maletero y alcanzó el bate de béisbol. No había jugado desde que era pequeña, pero esa noche practicaría un poco...

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Los muertos reciben más flores que los vivos
por que el arrepentimiento es más fuerte que la gratitud

Pérdida |toh| |siblingau|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora