Capítulo 6

503 48 2
                                    

Siguieron buscándole el resto de día, ni comieron ni nada. Después, los dos muy cansados, volvieron al campamento. Había estado un día muy intenso, pero nada había cambiado. Natalia, poco se había imaginado, que había estado muy cerca de encontrarse con su amor. Ni mucho menos imaginaba, que por culpa de su apellido (que siempre intentaba ocultar) todo se había perdido.

Sabela seguía dentro del hospital, trabajando. Estaba preocupada por su amiga, aunque el amigo de Antonio no les hubiera dado ninguna mala noticia. Dedicarse al trabajo le tenía la mente ocupada. Pero cuando la tranquilidad volvía a invadir el recinto, sus pensamientos eran para Natalia. La culpabilidad seguía impresa en su mirada. No era así, no tenía culpa de lo ocurrido. Antonio, le dio un sobresalto cuando le toco la espalda sin saludar.

AN: Ya ha llegado- le informo, y respiro más tranquila.- Espero que mañana Natalia se vaya. No le hace ningún bien estar aquí, persiguiendo un imposible.

S: No se sabe si es un imposible- le recuerda.- Y si se quiere quedar no la presiones, por favor...- le pide.

AN: Sabela, no sé por qué insistes. Tú, en el fondo, compartes mi opinión.

S: Si, ya. Pero es ella que lo ha de escoger -muy firme con su opinión.- Ella .. no sé, aún le quedan esperanzas. Además, se le nota en los ojos que la gente le preocupa, también se muere para ayudar.

AN: Ya, pero yo tampoco la veo con condiciones para ayudar.- opina, y la gallega le salta casi a la yugular.- Si tiene la cabeza, como es normal, en su amor.

S: ¿Como puedes pensar esto...? ¿No te ha quedado claro que no ha estado su culpa?

AN: Ya, si. Pero también tengo de ser imparcial. Natalia no está capacitada, ahora mismo, para atender a enfermos. Y más aquí en Kaikas. Si se queda que sea por buscar a Alba.- muy convencido de lo que decía. La Dra. Bonet, desistió.

Natalia entro al hospital por la noche, después de haber llenado su vació estomago. Extrañándose por la ausencia de su amiga, la fue a buscar. Sabela estaba, atendiendo a una anciana de 92 años. Era mujer muy especial, muy parlanchina. Su madre era francesa y su padre un nativo, de familia muy distinguida en aquella región.

Anciana: Que me quiten lo vivido cielo- le decía con entusiasmo.

N: Hola chicas- les saluda, su voz es más normal. Su rostro esta apagado.- Escucha Sabela, ¿ya has cenado? -le pregunta.

S: Sí, gracias por interesarte. ¿Y que tal?

N: No me ves, aquí entre vivos todavía.- Sabela le sonríe por su forma de decir las cosas.- ¿Te quedarás la noche en vela?

S: Pues si, junto a Laura- una enfermera. En este preciso instante, la nombrada le está llamando. - Lo siento, ehh. Te dejo con Valentina. - Natalia observa a la anciana y le sonríe.

N: ¿Se llama, Valentina?

VA: Sí, como el patrón de los enamorados-comenta correspondiéndole con la sonrisa. En este preciso instante, el tiempo parece pararse y adquirir una extraña dimensión. -Y Natalia se queda paralizada, escuchando aquella viejecita- Eres linda y estas muy enamorada, te sientes pedida sin tu amor. Consideras que la vida ha sido injusta contigo, ¿no?. No encuentras el sentido a tanto dolor, a este desastre global. Le das la culpa a todo el mundo, hasta a ti misma.

N: ¿Como lo puede saber usted?- le pregunta, sintiéndose muy indefensa. Jamás se ha considerado un libro abierto, solo se dejaba abrir cuando la persona se ganaba su respeto, su afecto.

VA: Simplemente lo veo, lo presiento de tu alma.- suspira largamente- Quizás porqué me falta muy poco para estirar la pierna... – hablando del mundo de más allá, donde las almas están en comunión.

No Me Digas AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora