DON'T BLAME ME sei mio

-009

la rata reveló su verdadero rostro. 

1/2

❈

No estoy segura de cómo pasó. En serio.

Yo me había escapado del comedor, fingiendo estar abrumada por las burlas de mis amigos, pero en lugar de ir a la sala común, salí a los terrenos para ir a ver a Sirius. Sin embargo, no avance mucho cuando me sentí abducida y de pronto estaba bajo una tela con tres pares de ojos mirándome. Al parecer el famoso trío iba a visitar a Hagrid porque sentenciaron al hipogrifo y creyeron que iba a lo mismo.

No me quedó más opción que seguirlos.

Me sentí un poco mal al ver a Hagrid tan triste. Me quedé a un costado, escuchándolo hablar sobre la decisión de la comisión, donde el señor Malfoy usó su influencia. Me causaba conflicto ver como la justicia era masacrada solo por ser influyente. Era un poco consolador saber que el director Dumbledore estaría con él, apoyándolo en este momento triste.

—¿Y si lo liberamos cuando todos estén dentro? —pregunté—. No hay manera que sospechen de Hagrid.

—¿Y dónde lo esconderemos? ¿En la sala común? —bufo Weasley.

—No creo que a nadie se les ocurra inspeccionar todo el terreno cuando es un hipogrifo —señale con obviedad.

—Es una grandiosa idea, pero no podría pedirles hacer algo así —dijo Hagrid.

Por el rostro de Hermione corrían lágrimas silenciosas, pero disimuló ante Hagrid preparando el té. Al coger la botella de leche para verter parte de ella en la jarra, dio un grito.

—¡Ron! No... no puedo creerlo. ¡Es Scabbers!

Ron la miró boquiabierto.

—Ew —Forme una mueca de asco. La rata tenía un aspecto de estar en sus últimos días.

—¡Scabbers! —exclamó Weasley desconcertado—. Scabbers, ¿qué haces aquí?

Cogió a la rata, que forcejeaba por escapar; y la levantó para verla a la luz. Tenía un aspecto horrible y se retorcía en las manos de Ron, desesperada por escapar.

—No te preocupes, Scabbers —dijo Ron—. No hay gatos. No hay nada que temer.

De pronto, Hagrid se puso en pie, mirando la ventana fijamente. Su cara, habitualmente rubicunda, se había puesto del color del pergamino.

—Ya vienen...

Nos acercamos a la ventana. Un grupo de hombres bajaba por los lejanos escalones de la puerta principal del castillo. Delante iba Albus Dumbledore, a su lado iba Cornelius Fudge. Tras ellos marchaba el viejo verdugo Macnair.

—Tienen que irse —dijo Hagrid. Le temblaba todo el cuerpo—. No deben verlos aquí...

Ronald se metió a Scabbers en el bolsillo y Hermione cogió la capa.

Seguimos a Hagrid hacia la puerta trasera que daba al huerto, ahí se encontraba Buckbeak atado a un árbol a pocos metros.

—No temas, Buckbeak —dijo Hagrid con voz suave—. No temas. —Se volvió hacia los cuatros—. Venga, marchaos.

Pero no nos movimos.

—Hagrid, no podemos... Les diremos lo que de verdad sucedió.

—No pueden matarlo...