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un nuevo curso

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Hace mucho tiempo dejó de emocionarme volver a Hogwarts. Ni siquiera me moleste en fingir una expresión de felicidad cuando tía llegó con la lista de útiles del curso y tampoco cuando pasamos a comprar los nuevos uniformes porque los anteriores me habían dejado de venir.

Lo único que me emocionó un poco fue el cuaderno de dibujos que me compró junto con unos lápices. Me serían útiles para entretenerme. Había adoptado la práctica cuando la profesora de estudios muggles me invitó a entrar a su nuevo taller de dibujos el curso anterior.

Hace unos meses, para ser exactos, el 30 de julio, cumplí los trece años y fue algo incómodo. Al principio fue porque tía Dany quiso organizarme una fiesta e invitar a mis amigos, claramente nadie iba a venir porque no le he dicho que no tengo ninguno y que mis compañeras de habitación (ella piensa que son mis mejores amigas) ni siquiera me miran. Por suerte logré evitarlo al excusarme diciendo que todas estaban en viajes familiares fuera del país.

Lo segundo peor de cumplir trece años fue cuando finalmente me convertí en una señorita. Fue espantoso, desastroso y deseé morirme en ese instante.

Y por un momento creí que estaba muriendo.

Fue incómodo a la mañana siguiente cuando nos encontrábamos desayunando. Mi padre fingía que nada había pasado y hubiera adoptado la misma posición de no ser por Gilbert que me miraba como si fuese algo divertido.

Admito que me sorprendía ver algo más que frialdad o desprecio en su mirada, pero tampoco me hacía sentir mejor que yo fuese el objetivo de su diversión.

Me molesta y mucho.

Además el vientre me dolía horrores y quería llorar todo el tiempo.

Aunque no sé si desearía pasar esas horribles consciencias de ser mujer o volver al colegio. Era una decisión bastante difícil y tentadora.

Por desgracia para mí, el tiempo pasó más rápido de lo normal porque resulta extraño que cuándo deseas que el tiempo pase lento y sin prisa, este parece acelerar e ir a una velocidad anormal.

Me sentía malhumorada y sin energía mientras esperaba a que los demás estudiantes llegarán al gran salón. Al ser hija de un profesor tenía la ventaja de excluir el viaje en tren y era bastante conveniente cuando no quería encontrarme con personas desagradables.

Sin embargo, está pequeña porción de buena suerte debía compartirlo con Gilbert.

Antes me gustaba su presencia, es decir, cuando mi padre lo llevó a nuestra casa por primera vez y creí que tendría un compañero de aventuras. Al principio fue raro, él no hablaba y solo bajaba durante las comidas, y aunque trate de acercarme a él, mi padre me dijo que le diera espacio puesto que había perdido a sus padres y era mejor que él lo superará por su cuenta.

Al pasar los meses, Gilbert empezó a hablar y fue maravilloso, porque de pronto salíamos al patio trasero a leer alguna novela de terror o a jugar ajedrez mágico. Dejé de notar la ausencia de mi padre por su trabajo donde decidía todo el año, y me acostumbré fácilmente a la compañía de Gilbert, aunque a veces no era fácil de tratar y debía irme con cuidado para no decir algo que pudiera molestarlo.

Pero conforme paso el tiempo, él dejo de buscarme para jugar ajedrez o ir al patio y en su lugar frecuentaba la biblioteca del despacho de mi papá o pasaba largas semanas en la mansión Malfoy con Draco.

Tal vez por eso le tuve resentimiento al albino de Malfoy, porque sentía que me había robado algo que me importaba.

Aunque eso ahora no me importaba. Ahora le agradezco que mantenga lejos a Gilbert.

DON'T BLAME ME sei mio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora