-002

1.2K 123 5
                                    


eres un animago


◎ ══════ ❈ ══════ ◎



Han pasado dos semanas.

Las clases de tercero eran más intensas que las anteriores. La profesora McGonagall había mencionado los T.I.M.O.S y todavía nos faltan dos años.

Me encontraba en la enfermería para una poción contra el dolor. Los calambres en el vientre eran una tortura pura, además, me hice un raspón en la rodilla cuando "accidentalmente" me tropecé con el pie de Lee Jordan.

—Tardará unos segundos en hacer efecto —dijo la enfermera con gentileza.

El remedio no era delicioso, pero todo sea para no sentir que me desgarró por dentro. Me tomé unos quince minutos descansando en la camilla antes de volver a la sala común para prepararme para la cena.

—Fiori.

Por todos los cielos, ¿Es que no puedo no toparlo solo por hoy?

—Oí que estabas en la enfermería.

¿Cómo es que se entera de todo?

—Si.

—¿Tú padre lo sabe?

Fruncí los labios.

—Solo fui por un remedio para los cólicos.

—No responde a mi pregunta.

—¿Es que acaso debo decirle de mis problemas femeninos? —Me fastidie.

—No hablo de eso y lo sabes.

No respondí y solo apresuré el paso para ingresar a la sala común.

No era de conocimiento de mi padre que algunos chicos me hacían "bromas" desagradables. Cómo cuando a los Weasley se les hizo gracioso levitar un insecto a mi cabello o cuando Wilson, amiga de ellos, pensó que sería divertido empujarme al lago para que el calamar gigante me sacará del fondo.

Él sabía que no tenía amigos.

Me había excusado al decir que todos parecían idiotas con ganas de llamar la atención y a mí me gustaba pasar desapercibido. Lo que me salvaba de su supervisión era que en ocasiones Draco me hablaba, usualmente para pedirme la tarea o para buscar información sobre el próximo tema de la clase de Pociones para estar preparado.

A Draco no le conviene estar en malos términos conmigo debido a mi padre y la mayoría de los Slytherin tomaron la misma ruta. Con mis compañeras de habitación no me llevaba mal, solo ignoraban mi existencia, pero no sé metían a las burlas que recibía por parte de otras casas.

Aunque Adrian Pucey, el prefecto, era quién interfiere cuando algún estudiante me molestaba. Estaba a su cuidado, como todos los menores a él, para evitar problemas con mi padre. Pero claro que él no iba a estar todo el tiempo detrás, tenía un promedio que mantener.

Y sobre Gilbert, bueno, él solo me ignoraba. O por los menos lo hacía.

En primer año me hubiese encantado que él me dirigiera la palabra, pese a que me da algo de miedo, pero ahora, no me hacía mucha ilusión. Mi niña de diez años está feliz, la de ahora, se siente extraña.

A la hora de la cena, me senté cerca del final de la larga mesa.

—Hey.

Desvíe mi atención de mi plato.

DON'T BLAME ME sei mio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora