CAPÍTULO 3

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La denuncia por la desaparición de Pat que se suponía había hecho la señora Bhiss... simplemente no apareció. Por mucho que intentaron buscarla en el centro de datos de la SDC, nunca se pudo dar con ella. Vry buscó los datos del personal que había estado trabajando en la sección de seguridad de ese cuadrante de la ciudad, pero según los datos, ese día no se había recibido a ninguna señora Bhiss. Las palabras de Marc se agolparon en su cabeza y nada le encajaba donde debiera; desde luego, ahora estaba más segura que nunca de que alguien estaba mintiendo de forma descabellada.

Entre otras cosas, Vry era incapaz de mantener sus ojos alejados de la pantalla holográfica y de los artículos de DirtyDrake en cuanto entraba por la puerta de casa. Sentía el peso de una investigación que no quería y no sabía resolver sobre sus espaldas, y se repetía una y otra vez que aquel no era el trabajo que deseaba. Sin embargo, Marc parecía de vacaciones anticipadas; todo lo que hacía era escuchar las suposiciones de Vry y desecharlas, lo que enfurecía a la joven. ¿No sería más sencillo que desde el primer momento me dijera qué quiere que busque en vez de hacerme dar vueltas como una idiota? Esa conclusión estaba muy distanciada de lo que Marc pretendía hacer con ella: él quería que aprendiese errando, lo cual desagradaba a Vry. Estaba perdiendo el tiempo, según su buen juicio.

Habían pasado cinco días desde que visitara a Derek Dolarhyde en Sorreheim, y Marc le había avisado esa misma mañana de que debía volver para terminar lo que había dejado a medias en el frustrado interrogatorio.

- ¿Por qué tengo que volver sola? La señora Livermann me echó de allí y no quiero hacer otra vez el ridículo –se quejó, dando un bocado a su emparedado de atún-. Me niego si no me acompañas.

-Tienes que aprender. –Las migas de pan resbalaron por los labios de Marc-. Volverás y punto. En breve delegaré el caso a Límites, pero tú vas a hacer unas buenas prácticas. ¡Vaya que las harás!

-Esa cosa me pone de los nervios, ni siquiera me toma en serio.

- ¿Alguna excusa más sin fundamento, Vry? –Ella sorbió un trago de zumo y se limpió la boca-. Volverás y harás las cosas bien. Ese Dolarhyde tiene que saber algo. Necesitamos que nos dé alguna pista sobre si el señor Samson planeaba pasar una temporadita fuera.

- ¿Por qué no metemos a los Livermann entre rejas y asunto zanjado? Tú has dicho antes que mienten.

-Klauss tiene muchos contactos, Vry, tantos que la sección está recibiendo demasiadas llamadas de gente importante para que cerremos la investigación como un ajuste de cuentas, con un cadáver cualquiera, y no lo pasemos a Límites.

-¿Han intentado sobornarte? ¿Quién?

Marc le hizo un gesto con la mano para que cortara su verborrea.

-Eso no importa, no puedo hacer nada más que seguir por el camino que creo conveniente. Al decirte esto, sólo quiero que estés siempre alerta y no te dejes embaucar por nadie, ¿entendido?

-No sé muy bien qué quieres decirme –dijo con sinceridad-. ¿Debo llevar arma encima hasta para dormir?

-Tu vida no corre peligro, no seas dramática. –Se encendió un pitillo y aspiró con fuerza el humo, soltándolo con deleite; era el primero de la mañana-. Tú mantén los ojos abiertos.

Ella se encogió de hombros y se encendió otro.

-Por cierto, Vry... deberías dormir un poco más.

Mientras recordaba la charla, arropada en el sofá, Vry se dio cuenta de la razón que llevaba Marc. Desde que había empezado todo ese asunto, no había sido capaz de dormir más de cuatro horas seguidas y en su cara comenzaban a verse los estragos de los desvelos nocturnos. En cuanto hallaba un artículo nuevo de DirtyDrake, le era imposible dejar de leer y anotar datos. Desde luego, aquella fuente era inagotable en lo que a Livermann se refería. Si Vry dispusiera de los medios para descubrir quién estaba detrás de aquel pseudónimo... si pudiera saber qué buscaba aquella voz en la oscuridad de la red como para lanzar semejantes historias al aire... aprendería a ser menos crédula con el tiempo, de eso estaba segura, pero era condenadamente difícil cuando le parecían tan reales y contrastados los relatos que se contaban.

3615Donde viven las historias. Descúbrelo ahora