C i n c o.

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Hanna.

Estaba orgullosa de Jessica.

Había pasado por tanto, y aún no se rendía. Aún seguía luchando.

A pesar de los ataques de pánico y las noches sin dormir, que habían quedado como recuerdo de la fatídica llegada de Ben, su exnovio.

No todo es malo obviamente, había quedado con marcas tanto física como psicológicas, pero había logrado bastantes cosas desde hace un año.

Y me di cuenta de que estaba progresando, cuando la vi hablando con Nick en el balcón, y no tenía la misma expresión de fastidio y desconfianza de siempre.

Sonreí.

Y ahí supe que Nick sería la luz que haría desaparecer la oscuridad que se encontraba en ella.

Recordé, una de las tantas veces que gracias a Ben, Jessica tuvo miedo de avanzar.

«Estabamos todas en mi casa, era noche de chicas, arreglandonos las uñas y escuchando musica hasta que tocaron el timbre. Ninguna de nosotras se levanto para ir, pues mis padres se encontraban abajo, se escucharon algunos murmullos y la puerta cerrarse, luego, los pasos de mi madre subir hasta el segundo piso y tocar la puerta de mi habitación.

—¡Adelante!

Mi madre pasó y cerró la puerta tras de si, tenia un sobre en las manos.

Todas la miramos a la espera de que dijera algo, y se dirigió directamente hacia Jess.

Esto es para ti linda—ofreció el sobre que cargaba.

Tanto Jess como todas nos quedamos asombradas, pues hasta donde sabíamos ella no conocía a alguien que le enviara cartas.

Jess se levantó temblorosa, pálida cual papel, y tomó el sobre entre sus manos.

Jess ¿quien te envió eso?—pregunto Sarah, igual de confundida que todas.

Jessica abrió el sobre y saco la hoja que había adentro, tardó unos minutos leyéndola, hasta que la soltó bruscamente y se fue alejando hasta llegar a una esquina de la habitación y sentarse en esta.

Nuestra historia bajo la luna roja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora