V e i n t e.

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Si no te atreves a nada, entonces, cuando el día ha terminado, nada es lo que has ganado.
Neil Gaiman.

Nick.

Había llegado el tan esperado sábado.

Y estaba ansioso. Y.....nervioso, muy nervioso.

Había pasado toda la mañana, tarde, y parte de la noche del viernes, preparando todo con mi madre quién me ayudó bastante. Y algunos consejos que me dió el tío Jhon con entusiasmo, pues todos en casa estaban impresionados con la idea de que todo saliera bien en la cita con Jessica.

Eran al rededor de las 10 de la mañana cuando mi tío apareció por la puerta de mi habitación con una alegría tan grande, que incluso creo que no hacía falta siquiera encender la luz, pues el iluminaba todo.

—¡Buenos días sobrinito!—habló éste, con su característico entusiasmo, adentrándose en la habitación—¿Listo para tu cita de hoy? Te ayudaré a elegir que te pondrás, tu madre está terminando de decorar la tarta.

Yo aún seguía medio dormido, así que lo único que hice fué gruñir algún quejido inentendible, girándome hacia un costado y cubriéndome completamente con la frazada, para así tal vez acallar los gritos de Jhon.

Pero, mis planes de descansar un poco más fueron destruidos cuando mi tío jaló con fuerza la frazada con la que me cubría, quitándomela a su paso, y todo mi cuerpo recorrió un pequeño escalofrío luego de tal acción, ya que había dejado la ventana abierta la noche anterior para observar la luna de nuevo hasta dormirme.

—Sobrinito—me picó el hombro, y percibí su aliento mentolado en mi oído—Eh, levantate flojo.

Bufé, y me giré hacia el. Y lo primero que mis ojos llegaron a ver fue la mirada carismática de Jhon, con su gran sonrisa plasmada en el rostro, un rostro impecable sin una sola arruga por tan cuidada que llevaba su piel, quitándole unos cuantos años de edad, A pesar de ser hombre, ya que en esta familia los hombres nos caracterizabamos por ser un poco descuidados con eso, pero el era todo lo contrario, siempre se veía pulcramente limpio, sin siquiera una mancha en su traje.

Que por cierto, tenía muchos. Era impresionante todos los tipos de trajes formales que tenía Jhon.

Siguió fastidiándome hasta que finalmente decidí levantarme, quejándome con él otra vez por estarme molestando a estas horas.

—Sobrinito—me giré hacia el—No me mires así, te saldrán arrugas por fruncir el ceño todo el tiempo.

—Aja—le resté importancia.

Cogí mi cepillo de dientes y una toalla, y me dirigí hacia el baño. Me los lavé y me metí a la ducha, bañándome en tiempo récord.

Al terminar, me puse una toalla al rededor de la cadera y volví a mi habitación, y al volver encontré a mi tío sentado en la orilla de mi cama, sonriendo ansiosamente.

—Ya tengo una idea de lo que te pondrás.

Lo miré de soslayo y seguí buscando alguna ropa casual en mi closet, no quería arreglarme mucho para que Jessica no pensara que estaba muy interesado en nuestra salida.

Pero te interesa.

Pues claro, pero eso ella no lo sabe. Y tampoco debe saberlo.

Nuestra historia bajo la luna roja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora