Mi salvación

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Él me salvo de todas las formas posibles que se puede salvar a una persona.
Jesús.
Hay miles de personas en el mundo que encuentran inecesario, incluso algo sádico el hecho de que Jesús haya muerto en la cruz por los hombres, hay otras personas que sienten lástima por él y unos cuantos más que piensan que era un farsante.
Todos conocemos a Jesús, como nos lo cuentan en la iglesia, sabemos su historia y como murió, para algunos resulta aburrido, para otros un tanto deprimente.
No les hablaré sobre lo que ya saben, les contaré lo que yo sé, lo que solita y por mi cuenta averigüe de este misterioso maestro.

¿Quién ha sido para mí? Todo. No les miento, no estoy loca, llegó a mi vida cuando tenía 6 años, era una niña; no obstante a esa edad no creí, sucedió un año después. Supe que era real, que de verdad existía, a mi corta edad no me lo podía creer...
Y como se que igual no me creen, presten atención:
Era el gran día. El concurso de poesía. Estaba sumamente nerviosa. Había ensayado miles de veces mis líneas: "En Paz" de Amado Nervo. Nos llamaron para ir al teatro donde nos esperaban todos los espectadores, y mis padres, detrás del telón nos acomodamos por número de lista, y mi apellido comienza con "R", era una de las últimas, tuve que esperar mi turno mientras me moría de nervios.
Entonces sucedió. Ya me tocaba. Anunciaron mi nombre y en seguida vinieron los aplausos, me planté en el centro y comencé. Volvieron a escucharse los aplausos, ya había terminado.
Nos metieron dentro del teatro en las primeras filas, nos preparabamos para la premiación, había escuchado muy buenas poesías pero yo también lo hice bien, claro que para ganarte una medalla de esas debías hacerlo demasiado bien.
Comenzaron con los terceros lugares. Nada. Los segundos lugares. Tampoco. Los primeros. Menos.
¿No gané nada? Un profundo sentimiento de desepción vino sobre mí. Había ensayado tanto, para nada. Mis papás, estaban ahí, probablemente igual decepcionados. Ganar era realmente importante para mí, era mi recompensa, por todo, era la recompensa de mis papás. Habían faltado a su trabajo para verme y no gané.
Al salir del teatro mi mamá, me recibe con un ramo de flores y lágrimas en los ojos, eso terminó de entristecerme.
-Tranquila hija, lo hiciste bien.
¿Y que podía decir ella si era mi madre?
Mi papá se limitó a sonreírme. Bajé la cabeza avergonzada. Ni hablar.
Ese día era jueves. Aún lo recuerdo. Teníamos que ir al culto de los jueves, en mi iglesia. Y fuimos, pasó la alabanza y cuando comenzaron las canciones de adoración, mis favoritas, me inqué. Y yo teniendo solo 7 años comencé a orar, a platicar con él.
-Jesús, gracias por ayudarme hoy en mi poesía, tu sabías que era importante para mí y me siento muy triste por no haber ganado y también por mis papás; pero de verdad creo en tí, así que aunque no haya ganado voy a seguir creyendo en tí. Porque se que creer en tí no es solo en momentos buenos si no también en los malos...

Al día siguiente mi papá nos llevó a la escuela a mi hermana y a mí, y como siempre nos dejó en la entrada. Ibamos en el "Colegio Las Rosas", mi hermana entró y para mi sorpresa una madre se encontraba en la puerta y se dirigió a mi papá.
-Disculpe Señor, podría hablar con usted un momento

Entonces entramos a la dirección. No tenía idea de porque estabamos ahí. La madre comenzó a disculparse, se habían equivocado en las medallas del concurso de poesía. No me lo podía creer. ¿Equivocarse? Tanto tiempo que se prepara ese concurso, cuan importante es, el jurado es de lo mejor en poesía infantil, es imposible que se hayan equivocado.

Lo que no sabía era que nada era imposible para Dios.

El punto es que le dieron a otra chica mi medalla por equivocación. Gané el segundo lugar. Mi padre se quedó tan sorprendido como yo, entonces lo supe, recordé el momento en el que oré. Dios me dió esa medalla, al día siguiente, cuando era imposible llegar a conseguirla. Cuando era imposible que el jurado se equivocara, en un evento tan importante, tan previsto.

En ese momento creí. Porque lo viví. Porque lo sentí. Yo lo supe.

Dios ha sido mi motor desde entonces, mi papá, mi amigo, mi amor, mi todo.
Mi razón...

Y si, solo por él pude levantarme.
De la depresión. Del amor. De Ángel.

Ojalá lo conocieran, ojalá lo buscaran, se llevarían la más grande sorpresa de sus vidas, la más grande recompensa, y no hablo de una medalla.

Por fin mis queridos lectores conocerían la verdadera felicidad...




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