𝑨𝒄𝒕𝒐 𝑿𝑰𝑰

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—Este hombre es más terco

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—Este hombre es más terco.— me quito los guantes y los dejo en la mesa del comedor de diluc.

— Le hemos dado medicina y ayudado a bajar la fiebre.

— Ese hombre no es consciente del funcionamiento de una medicina. Buscando hacerse el fuerte.— subo las escaleras— Quédate aquí.— me dirigo a Albedo.

— De todos modos lo iba a hacer.— se cruza de brazos en la silla.

— Señorita, Diluc no desea ver a nadie ahora.— informa la sirvienta al salir con un tazón de agua.

— Pues tendrá que verme la cara. No vine todo ese camino para que me envíe de regreso.— toco la puerta.

— Maestro diluc, la señorita Nadia viene a verlo.—  anuncia a través de la puerta.

— Ya el tiempo de visita terminó.—Se oye la solemne voz a la distancia.

— ¡Oye, terco!— abro la puerta sin esperar su respuesta— Denme un segundo a solas con él.— le hablo a las sirvientas que intentan entrar conmigo.

— Por favor no haga que se esfuerce mucho.— afirmo con la cabeza al cerrar la puerta.

— Parece como si nadie me hiciera caso.— lo veo de pie con su traje.

— Escuchame bien. Quítate ese traje ahora.— se voltea y puedo ver su ceño fruncido— Esa ropa es muy calurosa.

— Es lo que siempre uso.

— ¿Acaso no te das cuenta en la situación que estás? Diluc, por el amor de dios, tienes fiebre y a ti no te importa tu salud.— me llevo la mano a la cabeza para suspirar— Están intentando cuidarte.

— ¿Podemos pretender que no existe?

— ¿Enserio?— me pongo frente a él y lo siento en la cama— Todos arriesgan su tiempo para ayudarte y solo lo desprecias.

— No lo hago.— intenta pararse pero lo vuelvo a empujar.

— No me levantes la voz. Ahora quítate la chaqueta.— mando, haciendo que mantenga sus ojos en mi— Mírame mal todo lo que quieras, y sabes que lo hago por tu bien.

— En primero lugar no me hubiera enfermado si no estuviera pensando en alguien en especial.— me habla con enojo.

— ¿A quién culpas exactamente?

— A ti.

— ¿Yo? Ahora me ves como tú blanco de excusa.— suelto una pequeña risa— Dejemos los juegos para mas tarde.

— No estoy jugando y tampoco pongo excusas.— jala mi brazo hasta caer en la cama. Pone sus manos en las mías y me mira— Nunca lo he hecho con respecto a tenerte ¿Pero tenías que escogerlo a él por encima de mi?

— Sabías lo que sentía desde un principio y confíe en ti.— apreto las manos.

— Estuve ahí para tus tiempos oscuros Nadia. No veías lo que sentía por ti.— aparto la mirada. Su carácter áspero me escupía fuego.

In the dustDonde viven las historias. Descúbrelo ahora