𝑨𝒄𝒕𝒐 𝑿𝑽𝑰

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Mi dulce voz canta una melodía a través del vasto vacío en las nubes

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Mi dulce voz canta una melodía a través del vasto vacío en las nubes. Mientras en la lejanía la lluvia cae ante los pétalos y hace crecer los árboles a gran altura. Recuerdo ese olor, el de primavera mientras los pétalos seguían la sombra hasta caer. Su color combinaba con el arte de la naturaleza. Nuestras risas coloreando la obra de una página en blanco.

Ver las nubes parece que se ha vuelto rutina.

— La realidad es que son libres entre sí. Imagínate ver desde allí arriba.

Admiro su dorado cabello acompañado de la pintura en dónde tanta atención mostraba. Lo sorprendo con un abrazo desde atrás y la pintura se esparce en el césped.

— Otra vez hiciste un desastre con la pintura.

— Míralo de esta manera. Un desastre siempre será una obra de arte.

Paso mi mano por la pintura y sonrió cuando la paso por mis brazos.

— Si haces eso la pintura se quedará.

— Mírame, puedo ser tu arte.

Sin desperdiciar el tiempo junto a él, siento mis pies danzar al ritmo de mi alegría. La libertad que abría mis alas con la misma inspiración en que él disfrutaba cada obra de arte. Sol bajo mi piel y el viento rozando cada esquina, un bello lago en dónde los peces seguían la corriente y el aroma de la mañana abrazar las voces de nuestro corazón; todo era perfecto.

— Nunca podré dejar de admirar a una obra maestra como tú. Tú mano será la única que pintara cada cuadro.

— Siempre fuiste tú quién me saco de la tristeza.

Sus dedos recorren mis mejillas con dulzura. El poder de volar ahora estaba en mis manos con la misma potencia que me hacía amarlo.

— Aquel día fue el comienzo de una increíble historia verdadera.

— Nunca fuí romántico. Sabía que cuando oía tu voz me tranquilizaba.

La fuerte ventisca trae consigo las hojas a nuestros pies. Sus dulces labios mostrando la emoción de mi contemplo hacia él. Dejo que nuestras manos se unan.

— Estoy muy segura de que has avanzado mucho. Por mucho que intente ir tras de ti, sé que no podré estar ahí siempre que me lo pidas.

— Decidir en que dirrección apuntas está bien. Sin importar si es conmigo o intentar algo nuevo.

— Albedo, tu no lo entiendes. Si solo entendieras la soledad que siento cuando no estás.

Suelto su mano al darle la espalda.

— ¿Y cómo se siente?

— Me vuelve loca el no poder mirarte, y siento que en cualquier momento puedo llorar. Suena estúpido, pero es un sentimiento del que no puedes dudar. Me das felicidad.

In the dustDonde viven las historias. Descúbrelo ahora