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« Tom »

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« Tom »

Sábado llegó tan pronto como parpadeé. Miré mi restaurante y a los clientes comer con mucha satisfacción. Los músicos tocaban la suave melodía de Sugar Moon de Pat Boone y el público les encantaba oírlos. También los chicos hacían un buen trabajo atendiendo a todos, miré a Maddy a lo lejos y sonreí levemente al verla sonreírle con amabilidad a los demás. 

—Todo está yendo bien, ¿no? —oí a Zawe a mis espaldas y yo giré a verla de inmediato. Espero no me haya visto mirando a Maddy.

—Sí, me alegro de que así sea. Todo gracias a mis empleados —le sonreí.

Zawe me miró con una sonrisa algo triste y ahí no pude evitar sentirme mal por aquella reacción. Estos días trabajando, lo único que ella hacía era darme esas miradas. No puedo culparla, la lastimé al terminar lo nuestro. Nunca fue mi intención romperle el corazón de esa forma, pero sí fue mi culpa por no serle honesto desde el principio. Por nada del mundo quiero terminar mal con Zawe, solo espero que en algún momento podamos estar bien. 

—Háblame de ti, Tom —caminó hacia el solitario comedor. Yo fui detrás de ella para charlar a gusto, sin nadie a nuestro alrededor por un momento— Desde la ruptura, te he visto muy bien. Demasiado bien, diría yo. Hasta pareces otro. Y ¿sabes cómo me duele eso? El tener que verte tan feliz. Y no porque no quiera verte feliz, es solo que pienso que nuestro rompimiento no te afectó y eso me duele. 

Apreté mis labios, sintiéndome aún más culpable.

—Zawe —suspiré, preocupado por esto— Jamás pretendí dañarte de esa forma, ¿me comprendes, verdad?

—No —soltó de golpe— No lo comprendo. De pronto me dejas, ¿y quieres que lo entienda así de pronto? Teníamos varios años de relación. Dime Tom, sé muy honesto conmigo como el hombre sincero que sé que eres, y no me mientas al respecto. ¿Me dejaste por Maddy? —me reprochó, con un tono molesto en su voz.

Palidecí un poco ante pregunta. No puedo mentirle en su cara, pero tampoco puedo decirle la verdad. Maddy y yo hicimos un pacto, no decirle a nadie. Sin embargo, sé que mi silencio solo empeora las cosas. ¿Qué podía hacer al respecto? Mi cuerpo estaba tensado ante sus palabras.

—¡Responde! ¿Es esa niña chiquilla la que te hizo renunciar a mí? —se acercó a mí para seguir reclamándome— No creas que no noto cómo se ríen juntos en este lugar cuando hablan a lo lejos y esos ojos que pones cuando la miras. Ella te regala sonrisas como si fuesen algo.

—Zawe, por favor —me aparté— No sabes de lo que hablas.

—Sí, ¡sí sé! —me siguió— No soy tonta, Tom. Algo me dice que hay algo entre ustedes, no puedes mentirme sobre eso. Y eso me vuelve loca porque esa muchacha tiene 23 años. ¡23 malditos años! —me apuntó con su dedo índice como acusándome. 

El amor de un hombre | Tom HiddlestonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora