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« Tom »

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« Tom »

Como ella, yo tenía un corazón que siente mucho. Quiero a Maddy de verdad, y no como un niño que necesita que le cumplan un capricho. Esta vez siento que estoy siguiendo por primera vez a mi corazón. De cierta forma, soy yo cuando estoy con ella. Y ese sentimiento, no me había pasado con nadie. Me siento terrible por haber lastimado a Zawe cuando decidí terminar lo nuestro, pero al menos hemos quedado en buenos términos. Ella seguirá trabajando conmigo, aunque siento que nuestra cercanía la mantiene lastimada. Aún no comprende el por qué nuestra separación, y es mi culpa. Hablé con ella al respecto, pero no quiso entender lo que le decía. De verdad quise a Zawe, pero no estaba enamorado de ella. Lo único de lo que hablábamos era de trabajo, casi nunca entendía mi humor, las citas eran como juntas de negocios y la sentía más como una amiga cercana que una pasión entre ambos. 

Lunes por la mañana llegó, saludé a mis empleados con una buena actitud como siempre pero hoy me sentía más radiante y contento. A los pocos minutos, finalmente llegó Maddy al restaurante. Ella al verme me sonrió, aún se ponía nerviosa con nuestra cercanía y no mentiré, me sentía igual. 

La tomé de la mano sin que nadie nos viera y la llevé a mi oficina. Al estar solos y con seguro en mi puerta, ella se lanzó a mis brazos y me dio un beso en los labios. Mientras probaba sus dulces labios, acaricié su espalda con mis manos en suaves movimientos. Al minuto, ella se separó y nos sonreímos al vernos a los ojos.

—Buenos días —murmuré cerca de su rostro, acariciando su cabello que caía de la frente— Luces preciosa, como siempre.

—Gracias —bajó su vista, algo apenada por mi cierto cumplido— ¿Nos veremos saliendo?

—Por supuesto, no lo dudes —seguí sonriendo.

—Bien, lo estaré esperando con ansias —aguantó su sonrisa— ¿Estarás muy ocupado hoy?

—Algo así —encogí mis hombros, no era nada— Tendré que hacer unas llamadas y firmar unos papeles sobre unos tratos, pero será aquí mismo. No tendré que salir.

Miré su rostro durante un largo minuto, entonces ella me alzó una ceja con diversión por cómo la miraba.

—¿Qué? —murmuró.

Y luego recordé lo que estaba leyendo esta mañana mientras tomaba mi café caliente al despertar. Usualmente me pongo a leer fragmentos de libros viejos que tenía desde la Universidad para pasar mis ratos, sobre todo en las mañanas. Las palabras escritas de aquellas hojas amarillentas me llegaron a la mente como una fotografía exacta de ese párrafo en concreto. 

"No sé cuánto tiempo te quedarás, pero sé que llegaste para quedarte en mí." —cité sin olvidarlo—  Lucas Hugo Guerra, un gran poeta —sin separarme de ella, tomé el libro que estaba en mi escritorio y se lo mostré—. Lo leí esta mañana y lo traje conmigo. Solo... gracias por volver a Londres, Maddy.

El amor de un hombre | Tom HiddlestonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora