Reencuentro con la esperanza

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Gray continuaba su camino ahora en completa soledad, cada vez comenzaba sentirse peor por haber dejado a pikachu, lo inundaba la culpa y la preocupación ¿Estaría bien cuidado? ¿Se haría cargo de él un buen entrenador? Pero se esforzaba por calmarse pensando que cualquiera sería un mejor entrenador que él y que lo que había hecho era lo mejor para el pokémon. Ahora por primera vez estaba solo, ni siquiera tenía un pokémon para que lo acompañara o lo defendiera de la adversidad, a pesar de todo el rechazo que había sufrido en su vida, era la primera vez que se enfrentaba a esta situación, aún cuando la maldición estaba activa, por lo menos contaba con la compañía de los pokémon fantasmas y siniestros, pero ahora ya no, era él frente al mundo, sin nadie a su lado.

La angustia inundó su corazón, le dolía el pecho y las lágrimas clamaban por salir ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué tenía que estar tan solo? Había perdido tantas cosas, a sus amigos, a sus pokémon y a Blue... Le dolía tanto cada vez que recordaba a su umbreon muerto, no dejaba de repetirse que todo era su culpa y entonces esa maldita pena que le estaba destrozando el alma se hacía una vez más presente.

 No quería llorar, los hombres no lloraban, pero esto cada vez se le hacía más difícil, tenía un nudo en la garganta y los ojos húmedos, entonces miró a su alrededor y lo único que vio fue la luna llena iluminando el cielo nocturno. Estaba en una pradera donde a parte de la alfombra de pasto que recubría el suelo, no había nada más, apenas a lo lejos se podían observar algunos árboles, a sus espaldas estaba la colina que acababa de pasar y al frente un camino plano sin accidentes, se escuchaba el susurro de algunos pokémon nocturnos en las lejanías, pero excepto por eso, estaba solo, completamente solo, de modo que si se ponía a llorar ¿Quién se iba a enterar?

El muchacho se sentó en la hierba húmeda, dejó su bolso con mercadería a un lado y dio rienda suelta a su llanto. Las lágrimas corrieron a raudales por sus mejillas, sus lamentos hicieron eco en la pradera mientras temblaba con el rostro escondido entre sus rodillas. Lloraba con sentimiento, buscando alivio a su espíritu atormentado, liberó todas sus penas, incluso aquellas más antiguas por las que jamás se atrevió llorar. 

Todos sus sentimientos se agolparon en su pecho, recordó la pena que sintió cuando perdió a sus padres, todo lo que le dolió que los pokémon no quisieran acercarse a él y que las personas lo rechazaran, todo el sufrimiento que le reportaba su soledad y el no tener amigos, todo aquello fue liberado. 

No supo cuanto tiempo estuvo llorando, pero se detuvo cuando sintió que algo lo observaba, no estaba seguro, quizás era su imaginación pero también podía tratarse de algún pokémon salvaje y territorial que planeaba atacarlo, por eso decidió interrumpir su catarsis y emprender de nuevo la marcha.

Se acercó a su bolso y sacó algunos pañuelos desechables para sonarse los mocos, tenía los ojos y la nariz completamente colorados, se los limpió con cuidado y entonces, al levantar la vista, se encontró con unos ojos brillantes, enmarcados en una línea negra que lo miraban con atención, era un pokémon, pero uno extremadamente raro por no decir inexistente en la región de Kanto, a Gray le bastó darle un vistazo para reconocerla.

-¡Shun lee!

-¡Shuppet! "Gray"

La pokémon fantasma voló a los brazos de su maestro llorando de alegría, por fin lo había encontrado, luego de buscarlo por tanto tiempo. Gray por su parte no cabía en sí de emoción, su Shun lee había regresado, su amiga más antigua y no solo eso, por alguna extraña razón volvía a entender lo que le decía, pero algo había cambiado, ya no entendía el significado literal de sus palabras como antes, ahora era como si los sentimientos o las intenciones puestas en ellas penetraran directamente en su corazón, era como entender a su pokémon desde el alma. Pero para Gray las sorpresas no terminaron ahí.

Pokemon la Región ZeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora