Intenciones

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Porque cuando sus ojos dejaron de perseguir un sueño que no le correspondía, su mirada, asustada, contempló la oscuridad del camino que seguía.

Aquellos últimos granos de arena que caían, comenzaban a cerrar el primer ciclo de ese reloj que no se detenía.

La suave y tenue luz de los últimos rayos del sol, iluminaron su camino nada más al salir del restaurant y la brisa, fría de aquella tarde de inverno, anunciaba la llegada de una noche despejada y tranquila.

Avanzaron, paso a paso, a una prudente distancia que los separaba mientras se alejaban del lugar, dejando espacio al agradable silencio que, desde que se conocían, muchas veces los acompañaba. Las palabras, entre ellos, veces sobraban; su ausencia, era quizás, lo único que Hinata necesitaba para mantener sus emociones a raya.

No iba a llorar.

No iba a demostrar debilidad.

—Hinata-san—llamó el Kazekage, mientras caminaban.

Ella, utilizando aquella impenetrable máscara Hyuga que había aprendido con el tiempo, llevó su rostro hacia él y asintió, indicándole que estaba escuchando.

—Quisiera subir a ese lugar—indicó, mostrando la montaña de los Kages—, me han comentado que la vista es increíble.

Ella lo miró con sorpresa ante esa extraña petición, mas no discutió. Tal vez, caminar un poco más le ayudaría a calmar su corazón.

Sonrió y volvió a asentir.

Y otra vez, en ese suave silencio que los envolvía, se perdieron en las frías calles de la aldea, hacia ese nuevo destino.

Decir que la velada continuaba siendo interesante era mentira. Ocultar las emociones que arrasaban su interior se estaba volviendo un trabajo titánico, y distraerse observando a su alrededor no ofrecía un panorama muy alentador.

Porque si bien, la partida de Hinata y Gaara no habían arruinado los ánimos de la reunión, había un par de personajes, aparte de él, que habían cambiado su expresión.

Shino, se mantenía en un silencio perturbador y Kiba, miraba de reojo a su compañero con una expresión incómoda y algo contenida. Era evidente que ellos sabían.

Era evidente que Shino estaba reteniendo cualquier cosa que Kiba estaba dispuesto a decir. ¿Cómo? No lo sabía, pero tenía el suficiente control sobre su compañero como para mantenerlo tranquilo, aun en la distancia.

Sus ojos volvieron a su rubio amigo, que ahora se encontraba conversando con Shikamaru, y notó que se mostraba un poco desanimado, mientras miraba insistentemente la puerta de salida como si quisiera retirarse del lugar.

—¿Qué sucede, Sasuke?

La voz de Sakura se volvió a escuchar, y una vez más, los ojos se Naruto se desviaron por una fracción de segundo hacia ella, para luego continuar en lo que estaba.

—¡Ah!¡Hey tú, Naruto!

Antes de que pudiera contestarle a Sakura, Kiba había golpeado la mesa y le gritaba a Naruto, formando un escándalo de aquellos que solo él podría armar. El Inuzuka había llegado al límite de su contención.

Naruto lo miró con sorpresa, dispuesto a responder cualquier desafío que su compañero quisiera imponer, sin siquiera sospechar que Kiba estaba a punto de saltarle encima por las mismas razones que Hinata se había marchado.

Pero Shino, en un movimiento rápido y sorpresivo, le lanzó una cuchara que golpeó directo en su frente llamando su atención.

—Lo siento—se disculpó el Aburame, haciendo alusión a la cuchara mientras se levantaba en dirección a su amigo—, se le pasaron las copas, me lo llevaré.

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