Eres libre

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Aquel inalterable reloj de arena estaba por cambiar de posición...

Y aquella última mirada, por un segundo, gritó las miles de cosas que no podía liberar cuando sus ojos se cruzaron. Como si quisiera decirle algo en el silencio; como si quisiera revelar palabras que jamás verían la luz, porque ella no las iba a soltar, no lo iba a admitir.

Su formación y su familia, la forma en la que había aprendido a sobrevivir, jamás le permitirían solicitar ayuda; mucho menos la de él.

Sasuke sabía de clanes y, por eso, en aquellos pequeños y desapercibidos gestos que a ella se le habían escapado en alguno de sus encuentros, él había descubierto que algo estaba ocurriendo.

Hinata ocultaba algo y Hanabi intentó contárselo, estaba seguro.

Sin perder un solo segundo salió, a primera hora de la mañana desde su departamento hacia la torre del Hokage. Porque si alguien podía tener alguna idea de que estaba pasando con los Hyuga, ese era el Hokage.

Llegó a su destino sin mayores contratiempos, a esas horas de la mañana muy poca gente transitaba por las calles de la aldea. Subió con rapidez, las ya tan conocidas escaleras de la torre para llegar a la oficina de Kakashi, y avanzó a pasos largos los últimos metros que le quedaban en el pasillo hasta la oficina.

—Los ancianos—escuchó—¡Ya la tienen! ¡Será hoy!

Se detuvo, inmediatamente, antes de ingresar al lugar cuando reconoció esa voz con la cual muy pocas veces había cruzado palabras: Hanabi. La Hyuga menor se escuchaba alterada, dejando escapar un leve tono de desesperación mientras hablaba.

—¿Ella firmó el traslado?—preguntó el Hokage un poco acelerado pero sin perder el control.

—No—negó la chica en un tono más bajo y decaído—, no hubo tiempo para conversarlo.

Un pequeño instante de silencio inundó el lugar, aumentando la tensión de la discusión y dándole a entender al Uchiha que ambos se encontraban pensando la situación. Lo que fuera que estuviera pasando, era grave, y algo le decía que hablaban de Hinata aún cuando no la habían nombrado explícitamente.

—Estamos en el peor de nuestros escenarios—escuchó decir a su antiguo maestro—. Ya no podemos intervenir o esto podría escalar a un conflicto mayor, no puedo ir en contra del clan Hyuga, es uno de los más grandes de la aldea.

Sintió como su estómago se apretó al escuchar la voz de Kakashi admitir algo así, al entender, que si esto se trataba de Hinata, entonces aquella mirada antes de separarse era un llamado de auxilio que él no llegó a comprender. Y que, mientras él disfrutaba esa tarde agradable que habían compartido, ella ocultaba algo que pesaba en su corazón.

—Si yo...—volvió a hablar Hanabi, con inseguridad—si yo logro sacarla de ese lugar...

—Tendré a Kiba y Shino preparados—completó Kakashi.

Y ya no hubo más dudas: se trataba de Hinata.

De un momento a otro, la puerta de la oficina se volvió a abrir, dejando salir a la Hyuga y encontrándose cara a cara en el pasillo. Hanabi lo miró con sorpresa y él no ocultó que había estado escuchando la conversación.

—Hablaban de Hinata—dijo Sasuke, serio y enfrentándola con la mirada.

Hanabi recuperó la compostura, inmediatamente, y frunció el ceño al ver aquella mirada demandante que la enfrentaba con descaro. El Uchiha buscaba respuestas que ella no le podía entregar.

Así que, sin negar ni afirmar, llevó su mirada al frente e intentó avanzar por un costado para continuar su camino, pero el vengador se lo impidió.

—¿Qué está ocurriendo?

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