Alas rotas

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Rápido, en una manera que muy pocas veces sentía fuera de una batalla, su corazón latía a un ritmo acelerado, descontrolado, y marcaba un incesante tambor que inundaba sus oídos.

Frunció el ceño mientras abría la puerta del baño de su dormitorio y registraba el estante, sobre el lavamanos, con los pocos medicamentos que tenía, moviendo y botando las cosas con torpeza.

—Maldición—murmuró, molesto.

Debía calmarse.

Joder, debía mantener la cabeza fría antes de volver a su habitación.

Su única mano alcanzó, extrañamente temblorosa, una cajita blanca con la etiqueta de primeros auxilios.

Inhaló, exhaló y salió del baño de regreso al dormitorio.

Y como si fuera la primera vez que veía algo así, aquella imagen lo golpeó de maneras insospechadas.

Apretó la caja blanca que llevaba, conteniendo las emociones, y avanzó hacia esa figura delgada que estaba sobre su cama casi inconsciente.

—Hinata—escuchó la voz de Kiba—, mantente conmigo.

Sus delicadas y siempre tranquilas facciones mostraron una mueca de dolor mientras ahogaba un quejido y asentía al llamado de su compañero, que limpiaba sus heridas en el rostro.

Se acercó, estirando la caja que llevaba y mientras el Inuzuka la recibía, notó como aquella cicatriz comenzaba a marcarse en su frente.

Roja y ardiente, el sello de sumisión reclamaba esa pálida piel como si fuera de su propiedad.

Aquella Hyuga había perdido las alas que la movían, y saberlo, entender la magnitud de lo que ella estaba enfrentado, quemaba su congelado corazón.

No lo podía entender, no podía creer que su propia familia la había llevado a esa situación.

—Uchiha—habló Kiba, dirigiéndose a él—, necesito que la sujetes, tiene el hombro dislocado.

Asintió, mientras notaba que en la poca consciencia que Hinata intentaba mantener, ella se preparaba para lo que Kiba iba a realizar.

Un movimiento rápido y limpio, un pequeño quejido que se ahogó en su garganta y una mirada que se perdió en el vacío y el silencio.

—Se desmayó—murmuró Sasuke.

—Quizás... es mejor así—susurró Kiba volviendo sus ojos al rostro de su amiga—. Mereces descansar.

Y mientras notaba como la mirada del castaño se suavizaba al observarla y Akamaru se acercaba y rozaba su cabeza con la mano de Hinata para luego sentarse a su lado a cuidarla, el timbre sonó.

Sin saber muy bien como ni cuando, se encontró abriendo la puerta de su departamento para dar paso a Sakura, que ingresó sin pedir explicaciones, seguida de Shino.

Entró al dormitorio, con ambos siguiéndolos y Sakura, al ver la situación en la que Hinata se encontraba, inmediatamente sacó a relucir su lado profesional, y le preguntó un par de cosas a Kiba mientras anotaba en un papel, para luego pedirles que salieran de la habitación.

Aquella puerta, de madera clara y lisa de su habitación se cerró como si fuera un muro impenetrable donde ninguno de ellos podía cruzar.

Dolía.

Dolía un océano completo estar parado en ese lugar en silencio, inmóvil y sin ninguna posibilidad de hacer algo más que esperar.

Dolía saber que quizás, había podido hacer algo para ayudarla pero había dejado pasar la oportunidad.

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