Preludio

469 63 37
                                        


Frunció el ceño, con disgusto, mientras observaba esa carta que hace unos momentos atrás había recibido con el sello de su antiguo clan.

¿Qué buscaban?

¿Qué querían de ella?

Giró la carta, todavía sellada, y notó el destinatario: Hinata Hyuga.

Sonrió.

Relajó su expresión y se volvió hacia Sasuke, restándole importancia al asunto.

—Ven—le dijo—, vamos a cenar. Debes tener hambre.

Él, que había notado la tensión de un momento atrás, la miró perplejo mientras la seguía.

—¿No la vas a abrir? —le preguntó, con curiosidad.

Ella volvió a sonreír y le mostró a quien iba dirigida la carta.

—No es una carta para mi—le respondió.

Sasuke, al comprender lo que ella decía, también sonrió y asintió; ella ya no era Hinata Hyuga, el mismo clan que la buscaba le había quitado el apellido, no tenía por qué acusar recibo, mucho menos abrir la carta.

Subieron al segundo piso e ingresaron al departamento de Hinata. El aire tibio, cálido, del hogar que ella había construido lo recibió inmediatamente al abrir la puerta, provocándole una sensación de relajación.

Luego de cerrar, ella se giró hacia él y le ayudó con su mochila de viaje, y le entregó unas pantuflas.

Nervioso, aceptó la ayuda y mientras se desabrochaba la chaqueta, se armó de valor para volver a hablar.

—Hinata

Ella, que estaba colgando la chaqueta de Sasuke en el perchero, volvió su mirada hacia él prestándole atención.

—¿Puedo quedarme esta noche a dormir?

Hinata lo miró un momento, casi en blanco y él se sintió aún más nervioso de su petición.

—Mi... mi casa estuvo sola mucho tiempo, debe estar...

Ella puso una expresión de asombro inmediatamente al entender su explicación: probablemente su casa estaba con polvo e iba a ser difícil temperar rápidamente, incluso la comida debería estar caducada.

—Oh, tienes toda la razón–interrumpió Hinata—. Quédate, si quieres mañana puedo ayudarte a limpiar.

Suspiró con alivio ante su respuesta positiva y asintió sonriendo. No le molestaba ir a su casa en ese momento y en esas condiciones, pero la excusa sonaba bastante buena como para quedarse con ella un poco más.

—Entonces—continuó ella—, aprovecha de darte un baño y relajarte mientras cocino.

Cenaron, tranquilamente, mientras se ponían al día en todo lo que había pasado en esas cuatro semanas. Hinata, que podía notar como los ojos de Sasuke mostraban el cansancio que sentía, le sirvió un té de hiervas para relajarlo y luego lo guió al dormitorio de invitados que tenía preparado.

Él, agotado, no se resistió y tan pronto como colocó su cabeza en la almohada, se durmió.

La noche avanzó, y la nieve comenzó a caer al amanecer, cubriendo las calles de ese blanco inmaculado que pintaba el invierno, todos los años, en la aldea.

Cuidando de no realizar mucho ruido, Hinata se levantó temprano para comenzar su día. Sin hacer mucho ruido se aseó y vistió, preocupada de que Sasuke despertara; la noche anterior parecía demasiado cansado. Y cuando estuvo lista, se dirigió hacia la cocina a preparar el desayuno.

LejaníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora