Momentos

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Desde la lejanía, observó que el suave ritmo con el que se alejaba, marcaba notas cada vez más cortas y lentas...

Inalterables, los segundos pasaban lentos en una melodía molesta e imparable. Aquel tic-tac amplificaba su presencia en esa habitación vacía y silenciosa como si quisiera burlase de que aún no lograra terminar su jornada de trabajo, en un día que gritaba por su cómodo sillón, una lata de cerveza y su lectura favorita.

Suspiró, mientras dejaba con decisión la pluma, con la cual recién había firmado un documento, como si con eso pudiera marcar de manera desafiante que en ese momento terminaba su jornada laboral.

Con pereza, estiró sus brazos y revolvió su plateado cabello, dispuesto a preparase para abandonar su oficina cuando un suave golpecito en su puerta anunciaba visitas.

Miró el reloj, notando que faltaban 5 minutos para las 6 de la tarde y evitó maldecir, guardándose todos los rencores hacia la persona que había interrumpido su escape; se acomodó en su asiento y pronunció un calmado, y maduro, "adelante".

—Hokage-sama—saludó el recién llegado.

Alto y delgado, aquella conocida y particular figura se asomó por la puerta mostrando a ese joven Aburame que había visto crecer: Shino.

Algo más intrigado y entusiasmado con la visita, adoptó una postura mucho más interesada. Ese chico no iría a su oficina si no tuviera algo que conversar y suponía sobre que tema se trataba.

Avanzó en silencio e impasible, con sus manos en los bolsillos de la chaqueta que siempre llevaba y se ubicó delante del escritorio de Kakashi, portando aquella impenetrable expresión que, por lo general, lo definía.

—Aquí está el documento—dijo, estirándole un pergamino que marcaba el termino de su misión.

El Hokage tomó el rollo y lo revisó cuidadosamente antes de volver a dirigirle la palabra.

—Así que con esto—comentó el mayor— ya está todo listo.

Shino asintió.

—¿Y lo demás?—continuó—el alojamiento, trabajo, sus cosas...

—Ya está todo arreglado—respondió Shino y se acomodó los lentes—. Solo falta que le enviemos la señal y él mismo vendrá para escoltarla.

Los ojos del Hokage se abrieron con sorpresa ante la noticia; que una figura tan importante como esa quisiera venir para escoltar a un ninja era extraño e innecesario.

—¿Él Kazekage vendrá?—preguntó, para confirmar.

—Sí—afirmó—, dijo que prefería hacerlo personalmente.

Enfocó su mirada en el pergamino y analizó la extraña situación. Quizás, ese joven Kazekage tenía razón y él podría ser la única persona que entendería; tal vez, él comprendería ese corazón que se terminaría por romper. Sus situaciones se volvían cada vez más similares.

Volvió su atención al Shinobi y notó un leve atisbo de incomodidad en la voz del joven Aburame, que fue rápidamente escondido bajo aquella impenetrable máscara de seriedad que muchas veces utilizaba para ocultar sus emociones.

Definitivamente Kurenai había hecho un excelente trabajo al educarlos no solo como guerreros; ella había fortalecido sus corazones. Ese equipo tenía una estrecha relación de hermandad que él no había logrado inculcar en su pupilos.

Y prueba de ello era ver como Shino estaba dándolo todo aún cuando sabía que el final iba a doler.

—Manténme informado— indicó Kakashi.

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