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Lauren tocó la puerta con cautela.

—¡Pasa!

Abrió la puerta y se asomó antes de dar espacio para que ella y Bárb entraran.

—Hola papá.

—¡Oh! Hola, chicas, ¿Qué las trae por aquí? —saludó el hombre.

—Emm, mamá, dijo que habías olvidado tu comida y pensamos en traerla. —replicó Lau.

El hombre uniformado se puso de pie, caminó hasta estar enfrente a las jóvenes. Bárbara respetuosamente le tendió la bolsa de papel que sostenía en su mano y sonrió.

Era un hombre morocho, solo un poco más alto que ellas. Ojos verdes, grandes y expresivos; arrugas alrededor, delatando la edad y el montón de noches sin dormir.

—No era necesario, en verdad hubiera mandado a Lucy a comprar algo. Pero aprecio el gesto, chicas, gracias. —después de recibir la bolsa les sonrió y revolvió amigablemente el cabello de su hija.

Lau amaba a su padre, genuinamente. Sin embargo, desde que se habían mudado al pueblo y el hombre había empezado su trabajo en la comisaria, únicamente dos caras eran mostradas por su parte: el padre y esposo amoroso y respetable. Y el policía con mano dura y una reputación que mantener.

En momentos Lau sentía que podía salir corriendo sin consecuencias, pero a veces los cambios de humor eran tan drásticos y dudosos que simplemente tenía miedo de respirar.

—No hay de que, de todos modos, q-queríamos salir a caminar. —respondió su hija un poco nerviosa.

—Si... disculpe, ¿podría ocupar el baño de aquí? —preguntó Bárbara, inquieta.

—Claro, muchacha, sin problema.

—Entonces, ¿a qué hora sales? Es que mamá dijo...

Mientras Bárbara se alejó, dejó de escuchar poco a poco la conversación dentro de la oficina.

La verdad era que no estaban ahí por el almuerzo del padre de Lau. Fue una excusa que cayó perfecto, pero claro que no era su prioridad.

La prioridad era tener noticias de Harry. Y si las sospechas de Gemma eran ciertas, este era el momento de saberlo.

Había hablado con Lau acerca de ella misma checar, sin embargo, no podía poner en riesgo a alguien más. En su cabeza era su culpa, y se tenía que permitir proteger los escombros antes de que se convirtieran en polvo.

Apenas llegó a la puerta del baño, revisó que todo estuviera despejado.

Era un pueblo relativamente pequeño, todo el mundo se conocía, por ende, la comisaria era pequeña y la vigilancia casi nula.

Caminó con cautela hacia lo que serían las celdas y ahí estaba.

Sentado hecho un ovillo en el frío y poco limpio suelo del lugar. La cara escondida entre sus rodillas y un ligero temblor recorriéndole cuerpo.

—¿H-Harry? —preguntó Bárbara en casi un susurro. Le temblaba la voz.

El rizado miró en su dirección de inmediato, primero se sorprendió y verificó los alrededores de la chica buscando más personas. Después, como pudo, se puso de pie y se acercó a las rejas.

—¿Bárb? ¿Q-qué haces aquí?

Ahora de cerca y con más luz, al mirarlo la sangre en las venas de la rubia paró de correr por un segundo. Jamás lo había visto así, había una mezcla de morados, verdes y amarillos alrededor de su cara y cuello; sangre seca y heridas expuestas que seguramente seguían su camino bajo la sudadera y por el resto de su cuerpo.

Conocidos ⟪l.s.⟫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora