Capítulo 4

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CAPÍTULO 4

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CAPÍTULO 4.



Lancaster, California. Estados Unidos.

Olivia.

Solté un suspiro calmando mi respiración porque sé que valió realmente la pena tres horas y media de viaje hasta la casa de mis abuelos, hubiese llegado antes pero cante, sonreí y grite cada canción de la radio como una chica alocada disfrutando manejar a esas horas e incluso me detuve en una estación de servicio para comprarme muchos dulces, al igual que dos botellas de gaseosa. Todo permanece silenciosamente a esta hora de la madrugada, el sol a punto de querer salir debido a la época primaveral por lo cual está el amanecer a esta hora y baje del auto agarrando mi bolso, active la alarma de seguridad y caminé por las baldosas de cerámica color crema hasta subir los tres escalones que llevan directamente al porche de la entrada de la casa de mis abuelos.

—¡¿Pero quién mierda viene a esta hora a invadir mi propiedad?! — el tono de voz de mi abuelo se escucha desde la parte de atrás de la casa. —¡Voy a buscar mi escopeta ahora mismo, sino salís de mi tierra, maldito oportunista!

Solté una risa ante su descabellada ocurrencia, baje nuevamente los escalones y camine por el pequeño costado de la casa hasta la puerta de manera blanca abriéndola para ingresar al jardín trasero encontrando de espaldas a mi abuelo parado mirando atentamente el árbol grande que ahí en el jardín de la abuela y justamente esta la misma casa de juegos de cuando era niña.

—¿Ibas a matar a tu propia nieta, Mason Thompson? — hable cruzándome de brazos y él confundido se giró.

Me miró detalladamente antes de volver su vista al frente y ladeo su cabeza de un costado para verme una vez más causando que me riera, no puede captar del todo que su nieta está en su casa y sonriendo me acerque hasta él sin lanzarme a sus brazos.

—Oh por dios. Mi nieta favorita— me dice sonriendo y sus brazos me envolvieron— ¡La única preciosidad que vale la pena en este mundo!

—¡Abuelo! — le grité en voz baja riéndome con él— Con tus gritos de viejo gruñón vas a despertar a tus vecinos.

—Qué se vayan a la mierda esos imbéciles de vecinos que tengo— me dice besando mi frente y me miró fijamente.

—Echaba de menos tus malas palabras— le digo.

—Porque soy único, nieta favorita. — me dice. — Vamos adentro. Hice chocolate caliente hace un rato.

—He extrañado el chocolate dulzón que me hacías antes cuando era una niña, abuelo. — Bromeo caminando hasta mi bolso y él me lo saco de mis manos— Puedo yo misma llevarlo.

—No quiero que te rompas una uña— me dice burlón— Estoy viejo, pero estos brazos contienen músculos todavía.

—No soy una princesa— le digo rodando los ojos y caminando con él hasta la puerta trasera de la casa.

Deseo Incontrolable ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora