Capítulo 12

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CAPÍTULO 12

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CAPÍTULO 12




Freudenberg, Alemania.


Maximilien.

Irnos de Hamburgo había sido una opción demasiado exacta para ambos, no podíamos quedarnos allí sabiendo que seguramente Michael sabe perfectamente nuestra ubicación y recurrí al pueblo donde mi madre nació, en la villa de un pequeño pueblo que solo circulan personas con demasiado dinero en sus manos y vinimos a quedarnos en la mansión que mi abuelo había comprado hacía años dejándola a mi nombre como su único heredero varón.

Los inmensos campos al igual que cubiertos de árboles habían deslumbrado completamente a Olivia que encantada pasaba las tardes estando en el jardín trasero de la mansión y sonriendo con tranquilidad ante la muestra de diversas flores que siempre fueron cuidadas por el jardinero que venía a trabaja cada tanto. Pero este pueblo tiene el privilegio de tener estas riquezas en sus tierras junto con las casas puntiagudas con tejados grisáceos y fachadas blancas con entramados de madera que atrae la mirada admirable.

Analice detalladamente los papeles de mi nuevo proyecto en el hotel de Manhattan, dentro de dos semanas tendría que volver otra vez a los Estados Unidos para firmar los papeles al igual que establecer una reunión con mis nuevos empleados que se encargaran de remodelar el inmenso edificio.

—Señor Meyer— me llama la ama de llaves y enfoque mis ojos en la mujer mayor. — El médico Klein ha llegado. ¿Desea verlo?

—Sí, dile que venga— le digo a la señora que inmediatamente se retira de mi oficina.

Guarde mis papeles en mi maletín otra vez configurando la seguridad con un número y lo metí debajo del escritorio para prestar absolutamente en el doctor que ingreso a mi oficina, un hombre mayor por su cabello canoso al igual que alto manteniendo una bata blanca junto con un maletín marrón y además fue mejor amigo de mi abuelo en aquellas épocas, siempre lo encontraba en la mansión de Hamburgo cuando organizaban para jugar póker e incluso había sido mi tutor durante dos años seguidos en mis tiempos de estudios.

—Cuando me llamo el mismísimo joven Meyer no podía creerlo. — me habla sonriendo divertido y me levanté de mi asiento para apretar su mano en un cordial saludo— Hacía mucho tiempo que no sabía nada de ti, niño.

—¿Tan preocupado estabas por mí, tío Anton? — le pregunté invitándolo a sentarse en el sofá.

—Sí, eras como un nieto para mí. Tu abuelo estaría orgulloso de verte ahora mismo— me dice sonriendo.

—También pienso lo mismo— le digo acomodando mi camisa. — ¿Sigues trabajando?

—De vez en cuando, querido. Soy viejo, pero sigo estando más estable que nunca. — Dice riéndose y apoyo su maletín en el suelo aún lado suyo— Pero dime en que puedo ayudarte.

Deseo Incontrolable ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora