Capitulo 5

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La hora de merendar era mi hora preferida y la cafetería, mi sitio favorito. Adoraba esos cortos minutos de receso donde iba a por mí donuts y me lo comía con lentitud saboreando cada ingrediente que contenía. Era una verdadera lástima que todo dulce tenga una mosca que lo moleste.

-Hola, Milo- me saludó Nina de la forma más hipócrita que encontró- ¿sabes? mi madre me ha comprado un pony ¿la tuya te ha comprado algo?- luego hace una mueca de uff, cierto, tú no tienes.

Me acomodé un mechón de cabello detrás de la oreja y dejé lo que quedaba de donuts en el plato.

-¿Sabes algo? Cuando era niña, mi madre me compró un muñeco pero a mí nunca me gustó- comencé la historia- entonces ella, para obligarme a jugar con él, me lo ponía en todos lados: la cocina, mi cuarto, el baño. Y yo no entendía. Tú eres como ese muñeco, siempre apareces justo cuando no te quiero ver.

-Ja, ja, ja, me río de janeiro- fingió una risa sarcástica.

-Nina ¿Por qué te caigo mal?

-Porque sí- dijo firme- porque te crees que con tus pelos verdes eres mejor que nosotros.

Sabía que me estaba mintiendo, solo habia que ver que era incapaz de mirarme a los ojos mientras me explicaba.

-No es cierto- la desmentí- me odias porque represento tu tumba social. Porque andar con la nueva, con la pobre no es glamuroso pero ¿sabes algo? Todas esas que dicen ser tus amigas, lo son porque tienes millones de euros en tu cuenta pero en cuanto te arruines, porque te vas a arruinar, ellas se irán.

Nina quedó pensativa. Mi objetivo era hacerla entender que hay más que una vida social; que todo no es aparentar y fingir; que el mundo no gira en torno a dicen esto de mi o piensan aquello de aquel. Hay mucho más que eso.

Me dirigí a la última clase que tenía en el dia: Reflexión y Debate. Me senté al lado de un chico rubio que tenía los ojos color caca y la piel un poco oscura. Tuve que admitir que el chico no era lo que se dice lindo y tampoco alto; vamos que parecía un personaje salido de juego de tronos pero al menos parecía amable.

-Soy Trent- se presentó dándome la mano.

-Milo.

-Esta clase te va a encantar siempre y cuando tus argumentos sean válidos- me explicó llenándose de satisfacción- el único inconveniente es que Brett casi siempre tiene todo eso y es muy difícil ganarle.

-¿Brett?- repetí, incrédula- ¿Brett está en esta clase?

-Sí.

-Dios mío- sonreí mordiéndome el labio- definitivamente, me encantará.

El aula comenzó a llenarse con un máximo de quince estudiantes, entre ellos, el innombrable. Una anciana entró por la puerta con los libros en las manos. Juraría que esa mujer era la misma vieja que Disney habia utilizado para engañar a Blancanieves pero una vez que la escuché hablar, me di cuenta del dicho ese de que las apariencias engañan. Aunque Stella tenía el aspecto maquiavélico de una bruja, era un amor de persona.

-Bien, el tema que debatiremos hoy es sobre Gustos Literarios- agarró una tiza y escribió el asunto en grande- quiero que alcéis la mano para hablar y que respetéis la opinión del otro ¿ok?

Automáticamente, alcé la mano, como la primera y la más capaz.

-Señorita Kuesel, exponga su criterio.

Sonará absurdo y hasta ridículo pero había estado esperando mucho tiempo para que alguien me hiciera esa pregunta. Era como una invitación abierta a expresarme con libertad.

Shugar ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora