La biblioteca era depositaria del tesoro patrimonial, bibliográfico, artístico y sonoro del país, así como de lo más representativo de la cultura universal. Cada cual buscó algo que tuviera que ver con el misterio, algo que nos indicara o que nos guiara hasta encontrar una respuesta.
-Aquí dice algo- mencionó Ian por lo bajo- Se dice que en el Edén originario, debajo del Árbol del Bien y del Mal, floreció un arbusto de rosas. Allí, junto a la primera rosa, nació un pájaro, de bello plumaje y un canto incomparable, y cuyos principios le convirtieron en el único ser que no quiso probar las frutas del árbol. Un día cayó sobre el nido una chispa de la espada de fuego de un Querubín, y el pájaro ardió al instante. Pero, de las propias llamas, surgió una nueva ave, el Fénix.
Alcé las cejas fingiendo sorpresa.
-Menudo culebrón nos has contado.
-Milo, puede que sirva para algo o que se yo- se encogió de hombros- el caso es que no he encontrado nada más.
Debido a que en las bibliotecas suele haber un silencio inmenso y tranquilizante, era fácil saber cuándo alguien entraba y quien salía por lo que la presencia de Brett no se nos hizo una sorpresa.
-¿Ya estamos todos?- preguntó Kyle arrojando un papel en el cesto.
-Eh... no. falta Isaac.
-¿Dónde se metió?- inquirió el pelirrojo mientras levantaba la silla para sentarse.
-Debe estar con Nina.
Al parecer, mi querido unineuronal se habia tomado muy apecho el favor. Comenzaba a dudar si era gratitud o necesidad.
-Se ha tomado en serio eso de ayudarte.
Las palabras de Brett sonaron un tanto irónicas, cosa que despertó cierta curiosidad en mí.
-No solo tú tienes problemas.
-No me vas a acompañar una muerte familiar-provocada con un cotilleo de escalerilla.
Eso me indignó. Y mucho.
Puede que si un desconocido fuese el que me lo hubiera dicho, yo a lo mejor le hubiera partido la cara por subnormal y metido, pero es que era Brett. Esas jodidas palabras hirientes habían salido de su boca, de su puta boca y Brett no era una gente cualquiera, era mi... era alguien muy allegado.
-Vamos a concentrarnos en continuar con el patrón- murmuró mi mejor amigo peliblanco- analizando la situación. Estamos en el mismo punto que nos encontrábamos al principio. Con muy pocas pistas y un montón de interrogantes.
-Helena me está ayudando a averiguar sobre la canción de Phoenix- comentó Brett cuyo comentario me hizo enfadar- cree que es una especie de canto satánico o algo que se utiliza para abrir cualquier otra.
-Ábrete sésamo- mascullé sin que pudieran oírme.
Kyle me oyó y me hizo una seña para que mantuviera el pico cerrado.
¿Le hice caso? Claro, obvio, es mi puto mejor amigo y lo obedecí...
Na mentira, yo nunca se cuándo quedarme callada.
-No entiendo porque esa tiene que ayudarte- opiné de forma despectiva- se supone que no debemos confiar en nadie y a la primera que te para bolas, vas y le cuentas nuestros planes. Que ingenuo que eres.
Enseguida, escuché varios siseos indicando que bajara el tono de voz. Les dediqué una mirada asesina pero de igual manera me hicieron el caso del culo al perro.
Ian pareció divertirse con la situación y Kyle estaba a punto de colapsar con insulto por un lado, insulto por el otro.
-En primer lugar esa tiene nombre, se llama Helena- puntualizó- y en segundo lugar, además de ser mi nueva novia, cumple la misma función que tu aquí, que es ayudar a descubrir la muerte de mi hermana.
-Claro, porque tu familia sí que es importante.
Esto comenzaba a salirse de control.
-Pero si alguien decide reírse de mi madre, da igual ¿no?
-No puedes comparar la relación que tenía yo con mi hermana a la que tenías tú con tu madre loca- y escupió todo su veneno en mi cara.
Acababa de comprobar dos cosas.
1-Que sentía algo más que un simple coqueteo por Brett ya que cuando le puso la etiqueta de Novia a Helena, pues me sentí tan o más pequeña que Meñique.
2-Que Brett podía ser tan hiriente como yo. Y aun así, me seguía gustando.
Pero ¿es que estábamos todos locos o qué?
-Como te gusta engañarte ¿cierto?- crucé los pies y los manos- no creo que tu relación con Alice estuviera tan consolidada cuando te ocultó demasiadas cosas.
-Tenía miedo.
-Obvio- hablé rápido- tenia tanto miedo que prefirió morirse antes que decirte la verdad.
Me habia pasado. Admito que fui demasiado cruel con él y aunque se lo merecía, al final sentí algo en el fondo que me llenó de culpa.
Brett se levantó de su silla, sin decirme nada, solo se fue. Y los chicos me miraron con la cara de Eres lo peor.
-Ya, ya sé que estuve mal- admití resoplando.
-Milo- tuve miedo de mirar a los ojos a Ian una vez que pronunció mi nombre- no tienes filtro.
No lo dijo en plan Jejeje, que aguililla. Amo tu carácter; no, fue algo más sensible, en plan Puta vida, que asco todo.
-Vale- accedí- iré a pedirle perdón.
Caminé despacio hasta la puerta procurando no hacer ruido. En otro momento de mi vida habría dado pisotones a propósito para despertar la ira de la imbécil de la bibliotecaria pero no estaba para formar foco.
No vi a Brett por ninguna parte pero si escuché su voz subiendo a su habitación y eché a correr escaleras arriba antes de que se encerrara para no verme.
-¡Brett!- chillé acercándome a él- perdóname.
Él no me respondió, solo siguió caminando.
-No te enfades.
Me ignoró.
-¡Brett! Por favor, no te enfades...
Y me cerró la puerta en las narices.
Me encogí de hombros y me giré.
-Pues enfádate, tío.
Miré la hora en mi reloj, eran alrededor de las cinco. No tenía caso regresar a la biblioteca ya que lo consideré una pérdida de tiempo. Necesita despejar un poco. Brett no era el único que tenía problemas, yo también tenía los míos propios. Mi madre, por ejemplo.
Me sentía tremendamente mal por ella.
Recordaba la serenidad que tenía mi madre. Era una mujer pacifica, encantadora, dulce, adoraba los niños y tenía una sonrisa que hipnotizaba a cualquiera. Era de las pocas personas que preferían perdonar, antes que perdurar con el rencor. Siempre tenía una frase motivadora o un consejo sano que ofrecer. Extrañaba su ternura y su piel.
Pero con el paso de los años, se volvió fría y su paranoia aumentó. Era tanta la locura que la absorbía que rebasó las fronteras de la cordura perdiendo la noción.
Culpé a mi padre por todo lo que le pasó. Mi madre se habia enamorado perdidamente de él y él solo supo destrozarla mentalmente con sus ideas denigrantes típicas de un nazi.
Mi madre tenía un defecto y era el intentar cambiar a la gente. Se pasó la mitad de su vida tratando de reformar a mi padre mientras ella se iba quedando vacía por dentro. Al final, ella quedó jodida y no consiguió nada a cambio. Fueron intentos nefastos que acabaron con ella.
Casi no me acordaba de su cara, de sus movimientos, hacia tanto que no la veía que comenzaba a olvidar sus rasgos físicos y eso me mataba por dentro.
-‘‘Nunca sabes lo fuerte que eres, hasta que ser fuerte es tu única opción’’- recitó una voz tras mí.
Ni siquiera me volteé porque al inhalar el humo del cigarro supe de quien se trataba.
-Bob Marley- añadió ofreciéndome el cigarro.
Dudé un momento en aceptar o no. al final, accedí ¿Qué más daba?
Le di una fuerte calada y comencé a toser. Me sentí rara ya que estaba acostumbrada a fumar.
-¿Qué coño es esto?
-Es un porro- dijo sentándose a mi lado.
Por un momento se me habia olvidado donde estaba. Miré a mí alrededor y lo que vi fui agua. Estaba acomodada en el borde de la piscina con los pies metidos dentro.
-Tu necesidad de fumar es un enigma para mí- comenté en broma- nunca voy a entenderlo.
-Mejor así.
Vale. Su respuesta habia sido directa y lo dejé estar.
Ian me observó, curioso y dándole un zumbo al cabo.
-¿Qué te atormenta, Milo Kuesel?- preguntó sin más.
Con Ian tenía una sensación de familiaridad incomprensible. Es que él era una persona muy tranquila y eso me recordaba a mi antigua madre.
-No sé de qué me hablas.
Se echó a reír. No servía de nada mentirle pero tenía que intentarlo al menos.
-¿Sabes? estamos tan ocupados por el misterio que rodea a Brett y a su hermana que olvidamos que los demás también tienen problemas. Y te conozco lo suficiente como para saber que hay algo que no te deja dormir.
Bajé la cabeza.
-Suéltalo. Desahógate. Escúpelo- me ordenó de manera sabia- reprimirte solo aumentará tu angustia.
Una lágrima se me escapó y rodó por mi mejilla.
-Es mi madre- confesé casi sin poder hablar- hace dos años que no la veo y... me estoy olvidando de cómo era.
-¿Por qué no la visitas?
Fruncí el ceño, desconcertada.
¿Cómo era que él sabía que...?
Oh, cierto, yo misma se lo dije aquella vez que nos be... que nos besamos.
-No quiero hacerle daño.
-Eres su hija, adorará tu presencia- me aseguró pero yo meneé la cabeza.
-No porque ella no se acuerda de mi- le solté sin exaltarme- y como yo represento su pasado, pues la incómodo. La última vez que la vi se puso a gritar y a darse golpes en la cabeza.
-Eso fue hace tiempo. Puede que ahora esté mejor.
-Por eso mismo- comencé a mover los pies, intranquila- no quiero que todos los avances que hayan conseguido con ella, se esfumen por mi culpa.
No dijo nada. Se mantuvo en silencio, escuchándome atentamente. Lo miré, quería ver cuál era su reacción pero para mi sorpresa permaneció inerte.
-Culpo a mi padre por ser el actor intelectual pero yo también tengo culpa- me pasé la mano por el pelo y me lo recogí en una coleta- yo dejé que ella siguiera con su absurda idea cultivada de transformar a la gente. Yo no puse ningún impedimento y conseguí que se traumara de por vida.
-A mí lo que haya hecho tu padre me suda la polla un rato, pero deberías dejar de lamentarte- me acomodó un mechón del flequillo- ¿crees que llorando hará que tu madre recupere la noción? ¿O echándote la culpa conseguirás que el tiempo vuelva hacia atrás? Creo que deberías dejar de pensar en lo que pudo ser y no fue y centrarte en lo que es y será. Tu madre está bien y con el tiempo, volverás a verla. Te lo juro por lo más sagrado que tengo, que es mi cuerpo moreno.
Solté una risita. Habia un 99% de veracidad sus palabras. Aunque yo me pasara años lamentándome, sufriendo en silencio y tragándome una culpa que no tenía nada cambiaria: mi madre seguiría loca y sin querer verme. Todo se mantendría intacto, exceptuando mi salud mental.
-Necesitas distraerte- me ayudó a levantarme y luego se fijó en que traía un pijama conformado por unos pantalones cortos y una blusa de tirantes- ¿llevas tu celular encima?
-No- arrugué la frente- ¿por?
-Pues porque... vamos a nadar.
-¿A qué?
Ni siquiera me dio tiempo a decirle que no tenía ni puta idea de nadar porque se abalanzó contra mí y ambos caímos en el agua.
El agua me recibió con un frio y congelado abrazo que me cubrió por completo. Lo que tenía puesto se ciñó a mi cuerpo de una manera pegajosa y miles de burbujitas se escapaban de mi boca.
Intenté pataletear con todas mis fuerzas para llegar a la superficie pero mis intentos fueron en vano. Cada vez más me sentía lejos de encontrar aire y caí como un plomo en el suelo de la piscina.
En los pocos minutos de oxigeno que me quedaban, algo dentro de la piscina me llamó la atención. No estaba a metros de mí por lo que pude acercarme y ver por una rendija una caja de madera. Todo esto me parecía muy raro y quise seguir averiguando pero sentí unas manos rodearme la cintura y emerger del agua.
Jadeé por recuperar el aire perdido y tosí varias veces.
-¿No sabes nadar?
-No, casi me ahogo por puro entreteniendo- ironicé de manera seria- ¿tú que crees?
-Creo que tienes muy mal carácter- dijo acercándose al borde de la piscina.
Aproveché para despegarme y recuperar completamente el aire.
-Pues sí- me autocritiqué muy orgullosa- soy borde y me falta sensibilidad ¿y qué? tu eres antisocial, Kyle lleva la palabra gilipollaz escrita en la frente, a Isaac le faltan neuronas y Brett es un capullo universal. Nadie es perfecto. No me vas a decir que soy la única defectuosa.
-Ey, bájale dos a tu ira.
-¿Y si no quiero?- lo provoqué acercándome.
Nuestros labios estaban a centímetros. Ian me producía una mezcla de emociones que ni yo misma entendía el porqué.
-Me tocará hacerlo a mí.
Unió sus labios con los míos y le seguí el beso. Su lengua estaba tan fría que la sensación parecía una corriente subterránea corriendo por mis venas.
Él se separó de mí. No entendí porque, pero lo hizo.
-Esto está mal- puntualizó- no sé qué me pasa contigo pero te quiero besar todo el tiempo. Y no me gustas porque yo sé que no, yo me conozco pero es como si... no se...
-Da igual.
Vi cierta culpabilidad en sus ojos que se me hizo difícil no decir otra cosa que fuese esa
Inhalé y exhalé y mientras repetía reiteradamente los ejercicios de respiración me acordé de lo que vi allá abajo. Al parecer la falta de oxígeno me nubló el cerebro.
-Ian- susurré- creo que...
-Oh, oh.
-¿Qué?- me señaló a alguien que estaba alumbrando hacia todas partes con su linterna.
Dios mío. Si nos cogen estaremos muertos.
-¿Quién anda ahí?
Ufff. Que cliché más horroroso.
-Corre.
Ian me sujetó del brazo y tiró de él con fuerza para que le siguiera el ritmo. Mr. Honey era clavadito a Quasimodo, El Jorobado de Notre Dame con su rostro malformado y su pelo inexistente.
Sí, lo sé, soy un genio poniendo motes.
Para evitar que nos descubriera tuvimos que dar la vuelta del bobo. Coger por todo el césped de la entrada y entrar por la puerta trasera. Subir cagando leches hasta mi habitación y cerrar rápido y sin hacer ruido.
Ambos nos mantuvimos pegados a la madera, jadeando y riéndonos a la vez. Luego volteamos y teníamos las caras de culos de los Shugar Man ¿Qué demonios hacían en mi habitación a esa hora?
-A buenas horas llegan- opinó Isaac refunfuñando.
Brett se acercó a nosotros confuso por nuestros aspectos.
-¿Qué os pasó?
Este chico me dejaba perpleja. Tenía unos cambios de humor fascinantes.
-Me caí a la piscina- mentí- pero eso no es lo que importa- cogí una toalla y comencé a secarme el pelo- no os lo vais a creer pero allá abajo hay algo.
-¿A qué te refieres con ‘‘algo’’?- Kyle encarnó una ceja, mostrando interés en el tema.
-No tengo ni la más remota idea de lo que es pero parecía una especie de caja de cartón o...- apreté los ojos intentando recordar- no sé, solo os digo que eso era muy extraño. Puede ser el cuadro.
-Habrá que sacarlo de ahí- dijo Isaac poniéndome otra toalla por encima.
Se me hizo un poco inusual ver un gesto tan caritativo de su parte, pero de igual forma lo acepté sin rechistar.
-Lo veo difícil- uní los labios mientras el temblor se apoderaba de mi- si conseguimos abrir la rendija, en menos de cinco segundos el lugar se llenará de agua de la piscina y será imposible sacarlo sin haberlo estropeado.
-¿Entonces?
-Tiene que haber otra manera de sacarlo sin que se moje- prosiguió Brett pensando. Luego me miró y me señaló- Milo ¿Qué se te ocurre?
Me encogí de hombros.
-Debe de haber otra entrada en algún otro lugar de este internado.
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Shugar Man
Mister / ThrillerMattHausen Instituto acreditativo y emblemático donde asisten todo tipo de chicos: desde la erudita con más miserias hasta el influyente con la intelectualidad de un apio. Cualquiera desearía estar allí: mi mejor amigo, mi hermano, la prima de mi pr...