Una cita ideal

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Removió el contenido de aquella bebida caliente, su expresión mostrando cansancio; dio un sorbo al té, emitiendo un leve gemido al sentir cómo el líquido descendía por su garganta brindándole un poco de calidez. Miró de reojo el chullo colgado sobre otra silla y al tantearlo notó que todavía estaba húmedo, tal vez lo seguiría por mucho rato dado el mal clima.

Esta vez fijó sus ojos carmesí sobre la silla vacía frente a él, justo a tiempo para ver cómo un country de cabellos tricolor se acercaba hasta la mesa desde los sanitarios. Pronto México tomó asiento, estremeciéndose y haciendo lo que él pero con su chaqueta mojada, colgada en la misma silla; chasqueó la lengua, antes de pedir un café a la camarera.

Mientras que Perú sostenía la taza con ambas manos, el mexicano entrelazó las propias sobre la mesa y los dos pasaron el siguiente minuto en silencio, contemplando los objetos frente a ellos. Finalmente México liberó un suspiro y negó con la cabeza.
—Bueno, esto es un desastre.

Era 14 de febrero, un día popular que si bien ambos criticaron como una mera estrategia de mercadotecnia, secretamente esperaron la fecha con emoción, pues tenían un par de sorpresas preparadas para el otro.
Y la sorpresa fue para ellos, una tras otra.
Por un lado, a Perú le pareció buena idea levantarse más temprano para terminar unos reportes pendientes y se absorbió tanto en su trabajo que para cuando le quitó el silencio a su celular se dio cuenta que tenía varias llamadas perdidas y un mensaje de voz de un cabreado México que había pretendido invitarle a desayunar antes de entrar a una junta.
Un par de mensajes y una llamada de disculpa después, acordaron verse más tarde frente a un restaurante exclusivo de la ciudad, cosa que el mexicano quiso así porque había reservado ahí para la función especial de ese día con artistas peruanos que su novio tenía tiempo sin escuchar; tras darle la noticia e intentar entrar, les comunicaron que de hecho la reservación ya no existía. ¿La razón? Las letras pequeñas, que decían que la reservación debía confirmarse con 48 horas de anticipación o de lo contrario, se perdería.

Resignado, Perú intentó consolar al mexicano: la verdad es que un mes atrás, él le había mandado a hacer un jersey personal, con motivos de la cultura mexicana. Su pedido nunca llegó, de hecho, llegaría con dos semanas de retraso debido a un problema con el envío. Un clásico.

Sin desanimarse, dieron un paseo por la ciudad sobre todo para encontrar algún lugar dónde comer porque ninguno había almorzado; como era de esperarse, todo estaba saturado y tampoco pretendían usar su carácter como representaciones para quitarle el lugar a otros. Terminaron por engullir de pie un par de emparedados de un puesto ambulante frente al parque para apaciguar el hambre por un rato.
Fue ahí cuando a México se le ocurrió que podían rentar uno de los botes del lago, después de todo había lapsos de tiempo que debían respetarse; Perú estuvo muy de acuerdo y tras esperar una hora en la fila, finalmente pudieron subirse a un viejo pero aún eficiente bote.

Si bien al principio el recorrido fue tranquilo, notaron que el cielo se había nublado y cuando se les ocurrió revisar el clima de ese día ya era tarde: leves pero persistentes gotas de agua comenzaron a caer, arreciando a los pocos minutos. Tuvieron que remar lo más rápido posible desde la mitad del lago, pero para cuando alcanzaron la orilla ya estaban empapados y cargando con reclamos mutuos.
Como si la lluvia no fuera suficiente, la tormenta se potenció con ráfagas de viento que terminaron por calarles hasta los huesos mientras buscaban un techo para refugiarse.

Al final, lograron dar con una pequeña cafetería, cuyos empleados les recibieron amablemente pese a dejar un rastro de agua a su paso. La lluvia amainó, pero no así las emociones encontradas que sentían al respecto mientras se miraban en silencio.
Perú asintió, antes de beber otro poco.
—Qué paja... Falta que alguno se enferme después de esto.
—Nah... Somos resistentes—repuso el mexicano, revolviendo el azúcar en su café.
—Aún así, necesitamos un baño y un cambio de ropa—musitó Perú—. Terminando aquí podríamos ir a tu casa si quieres.
—¿Y que pase algo más? Zafo, prefiero quedarme.
—Oe vamos, no hablas en serio. Además, tenemos que comer algo más y no creo que lo logremos con pasteles y galletas pe.
—Bueno, tendríamos menos hambre si hubiéramos desayunado ¿no crees?
Perú frunció el ceño.
—O si hubiéramos comido con esa reservación.

Oneshots MexperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora