Egoísta IX

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El agua caía sobre sus hombros y espalda, la suave corriente sintiéndose como un masaje agradable que ya necesitaba. Los moretones en su piel apenas se veían como manchas amarillas.
Alzó las manos, girándolas con aire distraído. Aunque tenues, aún eran visibles las cicatrices en sus nudillos, recordándole que lo sucedido la noche anterior fue real. Que todo lo fue.
Suspiró con pesadez, cerrando la llave. Mientras se secaba, escuchó pasos bajando por las escaleras que luego se dirigieron a la cocina; desde su habitación oía un vago ajetreo proviniendo de esa área. Estaba claro que ya no era el único despierto.

Para cuando Perú salió del cuarto, un fuerte olor impregnaba el ambiente; aparentemente habían asado varios tomates.
Vio una silueta familiar cruzar la estancia hacia el comedor y tras esperar unos segundos sin que hubiera otro movimiento, él mismo se encaminó a la cocina, dispuesto a servirse un buen mate.

El reloj marcaba los minutos con su interminable "tic tac", siendo el único sonido constante en la casa; a veces se le unían leves tintineos que se originaban en la cocina, a veces, gruñidos bajos de México, quien se frotaba una de sus sienes entre trago y trago del jugo que se preparó. El amargo sabor no se comparaba con la boca seca, el martilleo que sentía en la cabeza y la sensibilidad a la luz —¿dónde diablos había dejado sus lentes oscuros?—. Al menos la ducha fría alivió su cuerpo del malestar, aunque fuera un poco.
Pinche cruda mamona.

Un suave carraspeo llamó su atención y al alzar la vista descubrió a Perú sosteniendo un mate entre sus manos; parecía esperarle, así que sólo atinó a inclinar la cabeza y dar otro trago.
El pelirrojo se sentó frente a él; notó el parche en su mejilla y la chaqueta de cuello alto que llevaba cerrada, pero decidió no comentar nada. En cambio, esbozó una pequeña sonrisa al ver su mueca de desagrado tan pronto saboreó la bebida.
—¿Cómo te sientes?
—De la chingada.
—Se nota. Al menos tienes... eso —señaló el vaso—. Huele potente.
—Lo está... Por eso sigo vivo.
—Ya pe...

Ambos volvieron la vista a sus bebidas, centrando la atención en estas por un rato. Cuando México se terminó lo que quedaba del jugo fue a la cocina a servirse agua, tomándose su tiempo; al volver se sentó y bebió despacio, sintiendo cómo los efectos de la resaca iban cesando. El peruano en cambio posaba la mirada en los cuadros, las repisas llenas de figurillas y plantas, hasta en las escaleras, como si de pronto la decoración de talavera en los escalones fuera lo más interesante del mundo.
Era obvio que querían retrasar la conversación tanto como pudieran, pero el incómodo silencio flotaba a su alrededor, impidiéndoles realizar cualquier otra cosa.

Entonces Perú tamborileó sus dedos sobre el mate, nervioso.
—.... México... Sobre lo que dije anoche...
Se detuvo, momento que el mexicano aprovechó para dejar el vaso sobre la mesa y mirarle con expresión impasible.
—.... ¿Es cierto?

El peruano se tomó otro par de segundos, intentando ordenar sus ideas, antes de asentir con suavidad.
—Al principio sólo era deseo, cosas de feromonas. Pero... el día que llegué aquí lo primero que hiciste fue amenazarme, arrojarme las reglas de la casa de esa manera tan... irritante —rio suavemente, negando con la cabeza al recordarlo—. Por mucho tiempo me acostumbré a que usaran un tono paciente al hablarme, casi cauteloso; jamás alguien me confrontó así. Fuiste odioso esos primeros días, ¡era una pesadilla!... Y la adoré. El conocerte mejor estos meses hizo el resto.

Sonriente aún, Perú le miró directamente.
—Me gustas mucho, México.
Las palabras que tenían tiempo sintiéndose surgieron libres al fin. Aunque la expresión neutral del mexicano se mantuvo, sus ojos reflejaban incredulidad.
—.... ¿Por qué?
—¿Quieres que diga lo atractivo que eres? Eso es jugar sucio.

México negó, exasperado.
—Hablo en serio, Perú. ¿Qué carajo ves en mí? Soy... mamón, castroso y suelo estar a la defensiva —forzó una sonrisa—. Y por si no te has dado cuenta no puedo tener una relación seria, así que uso a la gente. Mi vínculo está roto y no puedo superarlo, sin importar cuánto lo intente... Sólo ve lo que pasó ayer...

Oneshots MexperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora