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La vida de cierto chico rubio estuvo condenada desde sus cortos doce años, edad en la que presentó su casta dando a conocer que era un omega.
Un omega joven, bonito e inocente estando en una familia llena de daudas jamás salio bien... Sus padres no dudaron ni un segundo en venderlo a un prostíbulo para saldar cualquier tipo de adeudo que tenían.
Jamás pensaron en los sentimientos de aquel niño, lo dejaron en la boca del lobo a su suerte.
Pero de ese hecho ya habían pasado años, demasiados por cierto, para ser exactos hoy se cumplían catorce.
Si, tenía 26 y aún seguía en esa prisión, la fe que tenía de vivir una vida normal lejos de las adicciones y el sexo se fue al carajo cuando intento huir y le dieron una reprimenda.
Aún recuerda los dulces relatos de su madre antes de dormir, diciéndole que algún día el sería feliz con una enorme familia llena de cachorros y dinero...
G.- Vaya idiotez-. Susurro el rubio mientras exhalaba el humo de un porro.
No lo juzgen, hoy tenia un show importante y debía matar esos nervios insanos que portaba.
E.- Venga joto, ya empiezan a llegar las personas importantes así que sal-. Hablo Emilio, un guardia del club. Gustabo solo asintio y estuvo por salir cuando sintio una mano apresar su brazo con rudeza.
El omega solo chisto adolorido y lo miro fijamente a los ojos a ese beta.
E.- Más te vale hacer bien tu trabajo princesita, si la cagas el jefe te corta las bolas-. Vocifero y soltó al rubio para acompañarlo detrás de un enorme telón.
Cuando aviso que el objetivo estaba en el punto todas las luces se apagaron y dieron paso a una canción lenta y seductora, a la par que tenues luces rojas se encendían.
Gustabo Garcia salía al show, llegó su momento de acaparar la atención de todos.
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V.- Joder Conway tú sabes que odio estos operativos. ¿No podías venir con, no sé, Greco?-. Exclamó el comisario mientras tomaban rumbo hacia cierto club.
