Capitulo 1

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Londres, junio de 1814

Era como caminar en sueños.

Estaba rodeado de cuadros históricos, paisajes, alegorías y retratos que cubrían todo el espacio disponible desde el suelo hasta el techo.

Seung Jo paseaba por la sala de exposiciones de la Real Academia de Arte, admirando la variedad y belleza de las obras. Le costaba creer que estaba allí.

Su regimiento había regresado a Inglaterra un año atrás. Napoleón había abdicado y el ejército no tenía una necesidad apremiante de sus servicios. Seung Jo, como muchos oficiales jóvenes que habían sobrevivido a la guerra, había subido de rango. Había sido ascendido a teniente, lo que suponía algo más de dinero al pasar a la reserva y quedar sólo con media paga. Eso le permitía hacer lo que anhelaba, lo que necesitaba hacer. dibujar pintar. Crear belleza y olvidar la muerte y destrucción.

Había ido directamente a Bath, a la casa de su madre y su hermana, la ciudad donde vivía también su mentor, sir Gi Dong Kim. Sir Gi Dong había alentado su necesidad de dibujar desde que Seung Jo era niño y se había convertido en su maestro. La guerra no le habia robado su talento para pintar. A instancias de sir Gi Dong había presentado sus cuadros en la Real Academia para su exposición de verano. Milagrosamente, le habían aceptado los dos.

Ahora colgaban en las paredes de Somerset House, el hogar de la Real Academia, al lado de cuadros de Lawrence, Fuseli y Turner, en una sala atiborrada de espectadores que todavía no habían salido de la ciudad a pasar el verano.

Las multitudes inquietaban a Seung Jo. El murmullo de sus voces resonaba en sus oídos como cañonazos lejanos y despertaba en él recuerdos que amenazaban con devolverlo a la pesadilla de la guerra.

Un caballero lo rozó al pasar y Seung Jo estuvo a punto de golpearlo. Por suerte, el hombre no se dio cuenta. Seung Jo aflojó los puños, pero el rumor se hizo más fuerte y la sensación de cañonazos más vivida. El corazón le latió con fuerza y ​​le pareció que la habitación se oscurecía. Aquello le había ocurrido antes, antecedía a una visión. Pronto estaría inmerso de vuelta en la batalla, con sonidos, olores y miedos.

Seung Jo cerro los ojos y se quedo muy quieto, confiando en que nadie adivinara el combate que libraba. Cuando volvió a abrir los ojos, miró el retrato de su hermana, colgado alto y difícil de ver, como correspondía a su estatus de pintor desconocido. Estaba en Londres, en Somerset House, rodeado de belleza. Sonrió agradecido a la imagen de su hermana.

—¿Qué cuadro le complace así? — preguntó una voz baja y musical.

Al lado de Seung Jo había una mujer joven, increíblemente hermosa, que parecía salida de uno de los lienzos. Por un breve instante, se preguntó si ella también era un truco de su mente. Su piel parecía seda del rosa más pálido, y formaba un hermoso contraste con su abundante pelo castaño. Sus labios, rosa oscuro, brillaban como si acabara de humedecerlos con la lengua. Tenía ojos grandes y resplandecientes del color café del otoño, bordeados por pestañas marrones y lo miraba con simpatía.

—Yo digo que es el de la joven dama —ella se referia al retrato de su hermana.

Seung Jo apartó un instante la vista de ella para mirar el cuadro.

-¿Le gusta? —Consiguió responder.

—Desde luego —ella entrecerró los ojos pensativa—. Es muy vital y bonita. El cuadro es muy realista, pero eso no es todo —hizo una pausa y se humedeció los labios con la lengua—. Está pintado con amor.

Mujer ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora