Capítulo 14

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Quatre Bras, 16 de junio de 1815

Seung Jo buscó la protección del centro del cuadrado. El regimiento de East Essex se puso rápidamente en formación, pues los lanceros franceses empezaban a atacar. El regimiento había soportado ya el fuego de la artillería y le tocaba ahora la carga terrorífica de los caballos y hombres con penachos de plumas altas y lanzas puntiagudas.

—Preparados —gritó el teniente coronel Hamerton cuando los caballos de los lanceros corrían directamente hacia ellos.

Los soldados tenían ya los dedos en el gatillo de los mosquetes.

—Esperen —avisó Seung Jo.

Napoleón había salido de París antes de lo que nadie había predicho. Las fuerzas de Blücher estaban todavía a cierta distancia y sumidas en otra batalla. Si el ejército francés salía victorioso allí en Quatre Bras, tal vez no podrían parar a Napoleón.

La vista de los soldados, el olor de los hombres que habían caminado desde la medianoche, el golpeteo de las armas y el ruido de los cascos de los caballos le resultaban más reales que su vida de artista. Tal vez había soñado las enseñanzas de sir Gi Dong, la exposición en Somerset House y el retrato de Ha ni. Su modo de hacer el amor.

Se había despedido de ella negándose a cargarla con promesas. Si Marco Antonio y Cleopatra era un éxito, ¿quién sabía adónde podría llevarla ese éxito? Ni siquiera Parker podría detenerla entonces.

—¡Apunten! —gritó Hamerton. Los lanceros estaban tan cerca que Seung Jo podía ver los pelos de sus bigotes.

Los hombres apuntaron.

—¡Fuego!

Los mosquetes explotaron en el aire de verano.

—¡Recarguen! —gritó Seung Jo entre el humo.

Pero los hombres que tenía cerca no necesitaban que se lo recordara. Después de recargar, la primera línea disparó y se dejó caer al suelo para que la segunda línea pudiera disparar. Los hombres se movían con un ritmo estable y metódico, con una fila disparando y otra recargando, mientras los lanceros se acercaban a ellos gritando y empalando. Cuando pasó la primera ola, llegó más caballería; el ataque parecía interminable.

Algunas de sus lanzas daban en el blanco y caían hombres. Eran arrastrados rápidamente hasta el centro del cuadrado y otros cerraban inmediatamente las filas. Su fuego nunca cesaba. Seung Jo se movía alentando a los hombres, atento a los puntos débiles, disparando su pistola.

¡Resultaba todo tan automático, tan familiar!

El tiempo se congeló un segundo en su mente y vio la escena que tenía ante sí como si fuera un cuadro. Cielo azul y nubes como de algodón blanco, centeno alto, verde todavía y agitándose al viento. Bosques espesos a los lejos. La violencia, muerte y destrucción narraban su belleza.

Un hombre gritó y le salió un chorro de sangre del ojo. Cayó hacia atrás, uniéndose al creciente número de muertos y heridos. Un lancero francés aprovechó el hueco y cruzó el cuadrado directo hacia Seung Jo. Este levantó la pistola y disparó. El francés cayó y su aturdido caballo se alejó a galope. Arrojaron su cuerpo fuera del cuadrado.

La caballería siguió llegando, frenada sólo por los montones de sus muertos, hasta agotar por completo al regimiento de East Essex. El cuadrado, que se hacía cada vez más pequeño a medida que crecía el número de muertos y heridos, no podría mantenerse eternamente. Los rostros cansados de los soldados se teñían de desesperación.

Mujer ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora